Les guerres que no podem guanyar
Malauradament, en les darreres setmanes estem sentint parlar de guerra per tots els mitjans.
Teníem una situació ambiental i social molt complicada i s’ha afegit la invasió d’Ucraïna amb totes les seues conseqüències.
De fet, hi ha la temptació d’atribuir a esta guerra i a la COVID-19 totes les malalties que sentim que ens afecten.
Crec que això és una greu errada. De fet, són diverses les guerres que estem lliurant; no en podem guanyar cap i, si ho férem, eixe mateix fet seria la fi de la nostra civilització.
La primera d’estes guerres la fem contra la natura. Evidentment, per a sobreviure usem i transformem l’entorn, però això mateix ha esdevingut un abús exagerat. Creiem que no cal mantindre i tindre cura d’allò que ens manté i a qui estem inevitablement units.
Lliurem també guerra entre nosaltres pels recursos naturals. En esta guerra continuen perdent els més pobres i queden fora del repartiment aquells que no arriben a les condicions mínimes de vida, mentres qui ja les tenen no deixen d’augmentar les seues exigències.
L’altra guerra es lliura contra el clima que ens permet la vida. Potser ens adonarem que els combustibles fòssils permetien millorar les nostres condicions vitals i fer treballs increïbles per als nostres avantpassats. Però hem cremat en poc més de dos segles l’estalvi energètic dipositat al llarg de milions d’anys i, per culpa d’este balafiament, hem trencat el fràgil sistema climàtic que ens acull.
Són distintes guerres? No. És la mateixa amb diferents noms i matisos. I és una guerra que no podem guanyar, que no hem de continuar, ja que ens porta al col·lapse.
Com som de cap dur, pensem que vindran canvis tecnològics o l’aparició d’energies alternatives o la creença que els recursos naturals de la terra són il·limitats, que tot açò esdevindrà la solució de les nostres dificultats i la victòria d’esta guerra.
Res més lluny de la realitat. Estem fermament i indissolublement units a la natura, la nostra interdependència és cada volta més gran i totes les energies i el nostre sistema productiu depén dels combustibles fòssils, principalment petroli, carbó i gas.
Solució: a soles ens queda decréixer. I això és el que anem a fer. Potser mitjançant un sistema organitzat, just i donant prioritat als més fràgils i empobrits. O, al contrari, com ho estem fent ara, amb crueltat, mitjançant guerres i espolis, esgotant els recursos i espentant amb la nostra cobdícia el sistema destructiu a l’abisme.
És possible? Sí. Pensem i parlem amb els nostres majors: com han viscut, com treballaven de jóvens, com es calfaven i compartien. Tenim molt a aprendre i no podem deixar que es perda tota eixa saviesa.
Parlem amb els jóvens i els seus anhels, els seus somnis, expectatives i coneiximent de les tecnologies. Ens poden transmetre esperança i il·lusió, ganes de viure i de no malbaratar el seu futur.
Escodrinyem el nostre interior. ¿És esta la vida que volem portar i este el món on volem viure?
No, esta guerra no la podem guanyar. Però podem guanyar la pau. La pau amb la natura, la fraternitat amb les persones i l’estabilitat climàtica.
Paga la pena, veritat?
No al mundial de la vergonya Qatar 2022
En la construcció de les infraestructures han mort almenys 6.500 treballadors immigrants (més de 100 per cada partit que es jugarà), a causa de les condicions de semiesclavatge en què han viscut.
És alarmant l’explotació laboral a Qatar i el silenci del futbol: La indústria no vol que parlen.
Les paraules del capità de Finlàndia, Tim Sparv, denuncien la pèssima situació dels treballadors i centra l’atenció sobre el mutisme de la FIFA, els jugadors i les federacions.
¿Es pot defensar la llibertat, la democràcia, el feminisme i al mateix temps complimentar a qui calciga els drets humans i maltracta les dones?
Pensem que no. El cardenal Woelki crida a boicotejar el Mundial de Qatar.
La part espantosa del futbol... i del món.
Valkiria, superviviente de la prostitución: “El abolicionismo humaniza a las mujeres”
“Viva pero deshumanizada, rota por dentro y por fuera, sin sanar”. Esta es la dolorosa biografía de Valkiria (su alias en redes), superviviente de trata y prostitución argentina y a quien un día la mafia prostituyente engañó diciendo “que trabajaría de moza en un restaurante exclusivo en el sur” de su país, cuando en realidad iba a ser ultrajada en lo más hondo de su ser: “cambiaron mi valor como mujer, como ser humano, por el de un billete”. Un cambalache que le obligaron a hacer durante una década y que le llevó a estar “en burdeles de mala muerte, bares donde estábamos camufladas o prostíbulos VIP donde pagaban en dólares americanos. También tuve departamento propio y privados que cobraban comisión”, explica.
En la cuenta de esos diez años de tortura absoluta, Valkiria es incapaz de saber el número de violadores que abusaron de ella. “Después de los 3.000 hombres prostituyentes que me violaron ya no soy capaz de contar cuántos más fueron”. Lo que sí recuerda como denominador común de todos ellos era que “una vez que satisfacían sus necesidades sexuales se iban como si nada mientras que nosotras nos quedamos con el dolor”. Tampoco ha podido olvidar el asco de las sábanas sobre las que tenía que estar. “Olían a absolutamente todo. Nos daba sarnilla y estábamos todas picadas por los ácaros. Siempre intentaba hacer los pases parada y dando la espalda para no tener que ver al putero y tampoco tener que acostarme en ellas”.
Un sufrimiento que está tratando de convertir en cicatriz a través de Avanzada Feminista, la nueva organización abolicionista argentina que persigue “la liberación de toda forma de opresión contra las mujeres en los ámbitos sociales, políticos y educativos” y que es su “mayor luz” porque “es el reflejo de las mujeres que me abrazan día a día”, dice. Y es que esta gran referente abolicionista se enorgullece diciendo a los cuatro vientos que si se define en la vida con una sola palabra esa es la del feminismo: “Soy feminista porque es el único movimiento social, político y cultural que cuestiona el poder de los hombres sobre nuestros cuerpos, sobre nuestro exilio en la política, economía y en el imaginario colectivo, donde existe la creencia de que tienen derecho a satisfacer sus necesidades sexuales y pueden valerse de cualquier medio para ejercerlo”.
Hablar para nombrar
En esta entrevista para Geoviolenciasexual.com se ha abierto en canal por dos razones. La primera, “para que la sociedad entienda que ser puta no es ningún trabajo sino el mayor trauma por el que se puede pasar en la vida. Todas salimos con enormes traumas psicológicos, físicos y emocionales”. Y la segunda, para acabar con el cuento que se sigue vendiendo de
Pretty Woman. “Ninguna mujer acaba prostituida porque quiera, le guste, disfrute cada pase o porque sea dinero fácil. No, no es dinero fácil, es dinero rápido. Ninguna somos dueñas de nuestros cuerpos dentro de la prostitución. Tampoco elegimos a los puteros, mal llamados “clientes”, con los que queremos estar y con los que no. Algo que escucho muy a menudo es que si uno nos pide hacer algo que no queremos podemos negarnos y ya está. Eso no funciona así”.
– ¿Por dónde se empieza el camino hasta llegar a ser superviviente de trata y prostitución?
Todas las mujeres que caen en la trata llegan por engaño y con la promesa de una vida mejor, de tener mayor nivel económico, de poder ayudar a tu familia, de una promesa laboral donde vas a poder tener un ingreso que sin estudios u otras oportunidades no podrías conseguir. A ninguna se le dice que va a ser prostituida sino que va a tener un supuesto trabajo como moza, de limpieza, secretaria de algún primo empresario. Las mentiras son muchas y variadas. A mí me dijeron que iba para trabajar de moza en un restaurante exclusivo en el sur.
– ¿Cuántas maneras hay de ser prostituida?
Hay muchas, demasiadas. Cada mujer que conocí en esos ambientes, tenía una historia diferente por la cual llegó a un privado, cabaret, etc. Muchas escaparon de sus casas a temprana edad por no aguantar vivir más con sus familiares, con el padrastro, abuelo, tío, hermano, primo, vecino, que las violó y nadie las defendió. Otras tenían proxenetas disfrazados de maridos y parejas a quienes amaban. Muchísimas por ser madres que criaban solas y era la única fuente de ingreso para el alimento de sus hijos.
Otras por haber tenido una infancia rodeada de extrema pobreza y veían una oportunidad de vivir distinto. Conocí a varias chicas cuyas madres, hermanas, tías ya habían sido prostituidas y siguieron su camino. Si hay algo que todas teníamos en común era la creencia de que éramos objetos sexuales mucho antes de prostituirnos. Mujeres con muy baja autoestima y percepción de su valía. Mujeres violentadas sexualmente en su infancia o adolescencia. Todas escapaban de sus hogares o de la violencia, de la pobreza extrema o de una expareja violenta.
– ¿Cómo fue tu engaño?
A mí me llevaron engañada al sur. De ahí me trasladaron a Punta Arenas, en Chile. Una de las chicas que era enviada por otro proxeneta, conocido en el ambiente, me dijo que había escuchado que me querían vender a Europa, que ella se escapaba a la noche siguiente y que, si quería, podía ir con ella. Cuando todos dormían, logramos escaparnos. Ella tenía un cuchillo por si alguien nos sorprendía y me dijo: “si alguien sale, vos corre que yo lo hinco”. Sacamos pasaje de vuelta a la Argentina. Al llegar a Río Gallegos fuimos directas a la primera boletería y preguntamos por el primer micro que saliera. “Sale uno en diez minutos, a Luis Piedra Buena”, un pueblo en medio de Santa Cruz. Ella pagó los pasajes y nos subimos a ese micro rezando porque los proxenetas no aparecieran. Llegamos a ese lugar y al otro día partimos hacia Comodoro Rivadavia, donde ella decía que había muchos lugares para hacer la noche.
Estando allí, yo quedé en el hotel y ella fue dos noches a un cabaret. Me dijo que fuéramos a Bariloche, que era temporada turística. Compró los pasajes de ambas porque yo no tenía dinero y fuimos. Al taxista le preguntó qué lugares había para “laburar” y nos recomendó un bar llamado Pedro B., cuyo dueño, Julio, nos recibió y nos dio un departamento para quedarnos. A la noche empezábamos. No le habíamos dicho que yo no era prostituta. Fue entonces cuando esta chica, que se prostituía desde los 15 años, me dijo: “te pago el pasaje a tu casa con lo que haga esta noche. Le digo a Julio que estás indispuesta y por eso no bajaste y mañana te vas”. Toda esa noche, sin poder dormir, me preguntaba cómo le iba a explicar a mis abuelos en la que me había metido, en dónde terminé. Sentí terror al pensar en contarles que les había mentido diciendo que iba a Buenos Aires a ver a una amiga. Nunca les había mentido. No sabía, a mi corta edad, cómo manejar la situación y decidí quedarme y buscar trabajo en Bariloche. La chica que me salvó la vida bajaba todos los días, compraba la comida de ambas y pagaba por el departamento donde estábamos. Yo me sentía horrible, culpable, como si la estuviera explotando, así que tras una semana buscando trabajo y darme cuenta de que iba a ser más difícil de lo que yo pensaba, decidí bajar con ella, porque no podía tolerar más el hecho de que tuviera que acostarse con tipos para darme de comer porque yo era una miedosa que temía enfrentar a sus abuelos. Así entré al mundo de la prostitución.
– ¿Has vivido de todo en tu periplo desde los burdeles más apestosos a las salas más exclusivas?
Sí, he vivido de todo en cada lugar que estuve. Cuando fui llevada para la trata a través del engaño llegué a las famosas Casitas de Río Gallegos, que son antros con habitaciones precarias donde se hacen los pases. Como me negué durante tres días a hacerlos la dueña y su esposo (su exproxeneta) decidieron llevarme a Punta Arenas, donde tenían otro cabaret igual de horrible. Nos metieron en una habitación con camas cuchetas donde dormíamos diez chicas. Esa misma noche me llevaron a “debutar” y ni bien entré, recuerdo que se paró una de las mujeres con más antigüedad en el lugar y golpeando un cuchillo sobre la mesa, me dijo: “Bienvenida a Punta Arenas, chiquilla”. Sentí terror. Fui directa al baño y entró otra chica y me dijo: tené cuidado, te quieren cortar la cara porque sos linda. Los hombres te manoseaban al pasar.
– ¿También te prostituyeron en Buenos Aires?
Sí. Empecé en Madaho’s en plena Recoleta, un
night club de altísimo nivel donde estábamos 180 mujeres. Ahí iban muchos extranjeros y cobrabas en dólares. Recuerdo a un empresario español que me llevó a la
suite
del Hilton y me dijo que yo podría ir a Miami a trabajar, donde él me daba una casa para mí en un lugar de lujo y que sólo tenía que salir con sus amigos empresarios. Incluía viajes en
jets
privados hacia Nueva York por si él quería pasar los fines de semanas conmigo, o donde estén sus amigos empresarios. En Buenos Aires existen los que se llaman departamentos privados donde el dueño te hace sesión de fotos y las sube a las plataformas en Internet. Hay una recepcionista que atiende las llamadas y tres habitaciones. La comisión era del 40% de todos los pases que hagas en un turno, de nueve de la mañana a ocho de la noche. Las que no tenían donde quedarse, como yo, hacíamos 24 horas para poder dormir en el lugar pero si llegaba un “cliente” a la madrugada, había que levantarse y atenderlo. Conocí varios lugares como este. Uno era regentado por un travesti y otro por una mujer que nunca llegué a ver.
– ¿En todas ellas el vómito que te producía era siempre el mismo?
El vómito duró cada año de estar prostituida, pero mi rechazo fue aumentando con el tiempo. Cada vez era menos tolerable para mí. Cada vez me daban más asco los tipos, así que hasta el último día trataba de que no me eligieran, siendo desagradable o diciendo que tenía gripe. No hacía gran dinero porque no hacía muchos pases y no me hacía con clientes ya que intentaba que no volvieran por mí.
– ¿Qué barbaridades te pedían los puteros?
Uno me pegaba cachetadas mientras estaba tumbado encima de mí. Yo le pedía que parase, pero me dijo: “¡lo siento, así cojo yo!” Otro que me disfrazase y me comportase como una niña de 13 años. O que les diera sexo oral sin preservativo o pedían el dinero de vuelta. Yo salía desnuda de la habitación y le decía a la recepcionista que fuera una de las chicas que sí lo hacía. Jamás besé en la boca, di sexo oral sin preservativo o tuve sexo sin él. Me pedían que fuera su sumisa, que hiciera de su hija y ellos de mi papi, que les dejase ponerme cocaína en los senos y en el ano para que ellos tomaran de ahí. También me pedían lluvia dorada. Una vez me eligió un hombre que iba con la chica que daba servicios de ama y los golpeaba. Ella le había atado los testículos con un preservativo y me ordenó que le pegara. Yo no podía, le daba golpecitos suavecitos. Él, al no aguantar más el dolor, le dijo que ya estaba, que sólo lo tocáramos para que termine y me dijo que sólo quería que se lo hiciera yo. Vi en sus ojos cómo pedía piedad. Fue horrible. Al salir, todos se reían de mí por no querer golpearlo.
– Sonia Sánchez siempre dice que hay que seguir denunciando al
lobby
proxeneta porque vienen a por nuestras nietas e hijas…
Antes se captaba a mujeres pobres por medio de engaños, promesas, pero hoy el mensaje que se da a diestro y siniestro es que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, que te da mucho dinero y es empoderante, y este mensaje le llega a cualquier adolescente sin importar la clase social a la que pertenecen. Esto se ve reflejado en
OnlyFans, donde hay incluso profesionales vendiendo material erótico. Hoy se dan charlas en las universidades sobre “trabajo sexual” y el derecho de las trabajadoras sexuales. Estamos en un momento donde se procura por todos los medios normalizar a la prostitución y dejar de verla como lo que es: explotación sexual. Por esto estoy de acuerdo con Sonia, vienen por nuestras hijas y nietas.
– ¿Queda lugar para el miedo tras tanto padecido, o ahora tu existencia se basa en la rabia y la lucha para evitar ese mismo dolor a otras niñas y mujeres?
Miedo ya no. Miedo tenía cuando estaba dentro de una habitación y nunca sabía quién era el hombre que me esperaba en ella, porque por más que digan que una puede elegir a los clientes, nunca, nunca, nunca se sabe quién es el hombre que te espera en la habitación y lo que te puede pasar una vez estés dentro de ella. Una vez salí del bar donde estaba con un putero de alrededor de 35 años. Yo tenía 21. Entramos al departamento donde se hacían los pases del bar y me dijo: “Vos tenés un ángel aparte. Lo veo. No te puedo tocar. Sentémonos y hablemos”. Eso hicimos. Luego me enteré de que era un famoso golpeador de mujeres prostituidas. Ahí comprendí lo que me dijo. Eso sí, el encargado no me había avisado. Le cobró como a cualquier otro.
Rabia no siento. No es enojo lo que me mueve. Por supuesto que hay muchísimas supervivientes que salen con ira y esto no es cuestionable, cada una gestiona lo sucedido con los recursos que tiene. Lo que me impulsa a concientizar a las personas sobre de qué se trata la prostitución realmente, es contar la verdad para que se deje de engañar a niñas y adolescentes de que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, que no es peligroso, que están seguras y que no tiene consecuencias de ningún tipo. Lucho contra la normalización de algo que no es más que la deshumanización de la mujer. Una sola mujer prostituida basta para dar el mensaje de que todas las mujeres somos meros objetos sexuales. Dentro de una habitación, sea en un burdel de mala muerte, en el mejor night club de la ciudad o en un departamento privado, lo que sucede es la pérdida de dignidad humana, se pasa de ser una persona a un cuerpo con genitales y boca que los prostituyentes pueden usar a su antojo y así sos tratada.
– ¿Qué se rompe en el alma con todo lo vivido?
Cuando una está prostituida lo que siente es la total pérdida de valía. La dignidad de mujer deja de existir. Te sentís no sólo un objeto, sino la escoria de la sociedad ya que así te tratan cuando saben que estás prostituida. El amor propio se extingue y la culpa es inmensa. Terminas cada día dolorida, con los genitales irritados, con moratones. Una vez un italiano me golpeó tanto que me dejó absolutamente marcada. Yo no podía mirarme al espejo porque no quería pensar siquiera en por qué estaba aguantando tanta violencia física, psicológica y emocional. Simplemente no lo soportaba. Muchas mujeres consumen cocaína, alcohol o cualquier cosa para poder enajenarse, para estar ausentes y aguantar los “servicios”. No hay manera de estar presente y que no te duela el alma por lo que estás y te están haciendo. Lamentablemente esas mujeres terminan haciendo los pases para poder consumir. Adentro se hacen adictas.
– ¿Avanzada Feminista es la luz de quienes fueron pisoteadas?
Avanzada Feminista es mi luz. Son las mujeres que me abrazan día a día. Si bien Avanzada es de reciente formación, somos una organización de mujeres abolicionistas de Argentina que tiene por objetivo representar a las mujeres en los ámbitos sociales, políticos y educativos para lograr la liberación de toda forma de opresión hacia la mujer. Estamos en proceso de formación, organización y estructuración, aunque ya hemos llevado a cabo acciones en fechas claves. Además, nos capacitamos constantemente en todos los ámbitos, con información y herramientas que nos ayuden a avanzar en este camino que iniciamos. Casi todas son profesionales: abogadas, psicólogas, ingenieras, licenciadas en comunicación, en letras y profesionales de la educación. Esto nos permite poner todas nuestras habilidades y conocimientos individuales para volcarlos en la lucha colectiva.
Además, Avanzada Feminista forma parte de la coordinación del Proyecto de Ley Erradicación del Sistema Prostituyente, Prevención de la Prostitución y Restitución de Derechos, formalmente presentado el 2 de diciembre de 2021 por parte de Convocatoria Abolicionista Federal. Es
el primer proyecto de ley de este tipo en Argentina, ya que las ideas fundamentales del proyecto son: la restitución de derechos para posibilitar la salida de la prostitución, lograr políticas públicas para efectivizar esa restitución, desalentar la demanda de prostitución, la sanción a los prostituidores y por supuesto proteger los derechos de las mujeres y personas prostituidas.
– ¿La abolición es el único camino?
Estoy profundamente convencida de ello. La abolición de la explotación sexual es el único camino que dignifica a la mujer y la única acción capaz de cambiar el significado simbólico de la mujer. Es decir, lo que culturalmente se cree que es una mujer y para qué estamos. No sólo veo al abolicionismo como el medio con el que poner fin a la tortura que sufren hoy millones de mujeres, sino también como la única opción (entre las que existen para tratar a la prostitución) que nos devuelve el valor intrínseco que tenemos todas y nos humaniza.
Recorriendo fronteras: los que huyen son como nosotros
Recuerdos de mi infancia, quizás semiolvidados por el paso del tiempo, aquella televisión en blanco y negro, ese transistor con el que mi madre escuchaba a Elena Francis o la radionovela que tocase en ese momento, el juego de café de una cristalería fina y tantas y tantas cosas que había en casa. Electrodomésticos cuya marca en España no se podían comprar y que poseían los emigrantes que estaban de vuelta a la patria.
En los años 50 y 60 del siglo pasado muchas personas de nuestro país tuvieron la valentía de buscar otros horizontes donde buscarse las habichuelas. En aquel momento nadie distinguía entre migrantes económicos o aquellos que salían de sus casas, pueblos, países por persecución política o por alguna guerra quizás silenciada o, en el peor de los casos, olvidada.
Las cosas no han cambiado, es más, han empeorado en este siglo que vivimos y que algunos creíamos, gracias al nivel tecnológico alcanzado, que se resolverían muchos de los problemas que han azotado ancestralmente a nuestro planeta. Desde que recuerdo y tengo uso de razón, siempre he visto la televisión con los ojos del que quiere saber. Con el tiempo he preferido buscar la información en los libros, pero siempre tendré grabadas en mi memoria las imágenes que nos proporciona la caja mágica o tonta, depende del punto de vista.
Desde la revolución del ayatollah Jomeini en Irán a la Contra en Nicaragua, de la muerte de rehenes en los Juegos Olímpicos de Múnich al asedio de mi amada Sarajevo o el genocidio de Srebrenica o Ruanda, el caso es que yo y, supongo que millones de personas, quisimos soñar con la esperanza de que este siglo en el que vivimos fuera de una evolución positiva para los seres humanos, los animales y el medio ambiente de nuestro planeta azul.
Pero no. No ha sido así.
Ahora tenemos otras guerras. Siria, Yemen, Afganistán, Ucrania, una pandemia y una naturaleza que se nos revela y que nos castiga con todas sus fuerzas por nuestra ineptitud como gestores de nuestro destino. Todas estas desigualdades provocadas por la naturaleza, por la economía salvaje, por las guerras, o por la apatía de la sociedad hacia los que no son su reflejo tienen un denominador común: los migrantes, los que huyen de la muerte, los que buscan un futuro mejor, los desarraigados.
La emigración del siglo XX fue exactamente igual a la de estos momentos y los motivos no han cambiado. Desde la perspectiva de un apasionado de la historia, del fotoperiodismo y del ser humano, aunque este en muchos casos no lo merezca, me asaltan preguntas.
¿Que diferencia a mis padres de Zied, o Tarik, o Abdul, o de tantos otros que he conocido en las fronteras?
La respuesta es nada.
¿Que trato merecen por nuestra parte aquellos que ahora hacen lo mismo que hicieron nuestros abuelos o nuestros padres?
La respuesta es que lo mismo que los nuestros recibieron. Trabajo, la oportunidad de mejorar sus vidas y la posibilidad de volver con la cabeza bien alta.
¿Que pueden aportar los que vienen a una sociedad ceñida por estrictos cánones económicos como la nuestra, que marcan la política, la religión o el día a día de sus ciudadanos?
La respuesta es trabajo, cultura y una visión más humana que nos acerca a los desfavorecidos.
De Sid a Belgrado, de Bihać a Velika Kladusa, de Gevgelija a Skopje, de Edirne a Pazar Kule, o la última frontera en la que he trabajado Siret, siempre he visto personas que huyen de lo mismo, de la guerra o de las consecuencias de la misma. Quizás tengamos que normalizar situaciones que nunca deberían suceder porque la historia no hace otra cosa que repetirse. Pero no nos podemos permitir normalizar lo que hacemos después de que ocurran. Diferenciar a seres humanos porque sus guerras o sus miserias nos pillan más o menos cerca acabará volviéndose en nuestra contra.
El mundo globalizado, ese que recorremos a golpe de click, nos acerca lo aceptable de cada mundo, pero también lo inaceptable. No podemos mirar hacia otro lado. Hay que tener la valentía de mirar de frente y reconocer que en nuestra falta de empatía hacia otros nos estamos jugando miles de vidas.
Esta pequeña muestra explica el desarrollo de la llamada ruta balcánica. Son 17 fotografías tomadas desde 2014 hasta nuestros días. Los países recorridos por este fotógrafo son Turquía, Grecia, Macedonia del Norte, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Rumanía y Ucrania. En alguna ocasión he compaginado mi trabajo profesional en la radio con mi pasión como fotoperiodista, pero la mayor parte de este trabajo es consecuencia de viajes personales por un territorio, los Balcanes, que me fascina y una preocupación permanente: la de los que huyen en busca de un mundo mejor en el que vivir.
Adoradores de la mentira a un lado y otro de la frontera
Este escrito lo leímos en la manifestación:
"No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. “Centenares”, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién importa?
No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan.
No preguntes.
La culpa es de los muertos. Los violentos son los muertos. Los responsables son los muertos. Las autoridades de los pueblos sólo pueden felicitarse de haber conseguido que los violentos estén muertos, que los sin derechos estén muertos, que los sin pan estén muertos.
Y se felicitan, y se aplauden, y se animan a continuar matando a jóvenes africanos sin derechos y sin pan.
Y el periodismo calla: no denuncia; ni siquiera informa.
Y la conciencia calla: como si Alá bendijese a quienes matan pobres; como si a Dios no importasen los pobres que asesinamos; como si los dueños del poder que nos oprime fuesen también los dueños de nuestros derechos, de nuestro pan, de nuestras vidas.
Yo no puedo decir que los responsables de esas muertes son los Gobiernos de España y Marruecos; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos tienen las manos manchadas de sangre; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos llenan de víctimas un frío, cruel, prolongado e inicuo corredor de la muerte. No lo puedo decir, pero lo puedo pensar, y es lo que pienso.
Adoradores del dinero a un lado y otro de la frontera. Adoradores del poder a un lado y otro de la frontera. Adoradores de la mentira a un lado y otro de la frontera. Violadores de pobres a un lado y otro de la frontera. Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a Jesús. A un lado y otro de la frontera Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a ese “Dios para Dios”, que son los pobres".
La responsabilidad de la subcontratación migratoria
Ya hace algunos años que Europa, y España en particular, vienen adoptando una estrategia, sólo en algunas ocasiones explícita – las más, oculta vergonzantemente tras eufemismos varios – consistente en “subcontratar” el trabajo sucio del control migratorio en manos de terceros países, no tan exigentes en su tradición y legislación con el respeto a los derechos humanos. Ya en fecha tan lejana como 1992 se firmó un acuerdo con Marruecos que ha demostrado no ser sino un instrumento del país Alahuí para manejarnos a su antojo. Pero ha habido precedentes sin cuento en la política europea durante todo ese tiempo que no permiten que nos enorgullezcamos, ni como europeos, ni como modelo de gestión. En el 2015 la UE en pleno – aunque reunida en un subterfugio de organismo inexistente para evitar el control del Derecho -- pagó píngües cantidades al aliado turco para contener a los refugiados sirios y afganos; Italia y otros países ribereños pagan a unos irreconocibles poderes libios para sostener, al precio que sea, la barrera en ese país; Reino Unido intenta expulsar a sus refugiados a terceros países, siguiendo el modelo incivil e incivilizado de Australia, que los deporta a islas...
Pero si uno quiere librarse de hacer la tabiquería de un edificio y para ello paga a otro que le promete hacerlo bueno, bonito y barato, luego no puede extrañarse de que obreros sin seguridad, formación, contratos legales, se caigan de los andamios.
Hoy asistimos al triste precio de esta política de subcontratación, y en nuestro país nos percatamos de las consecuencias de entregarnos a socios tan poco fiables en materia de derechos humanos como Marruecos en esta materia. Ahora no ha sido una maniobra de Mohamed V para presionarnos, no. En esta ocasión los subcontratados seguramente han hecho su trabajo con celo y entrega, incluso preocupados por que el pagador quedara contento. Y de los métodos utilizados por la policía del país vecino quedan como testigos mudos pero elocuentes 18 cadáveres de hombres jóvenes, fuertes, cuyos cuerpos quedarán además a estudio de unas instituciones judiciales carentes de independencia con nula seguridad de que saquen a la luz ni tan siquiera una aclaración creíble de lo ocurrido. Se nos dice ya que se han aplastado unos a otros en una vaguada.
Ojalá pudiera creerlo, pero dadas las circunstancias, no puedo.
Todo acaba siendo consecuencia de lo mismo, y todo, al final, conduce a una única responsabilidad. Compartida, si, con otros muchos, pero principal, del artífice y sostén de esa política, que ya nos intentó engañar antes con la retirada de las concertinas... para pagar al vecino para que las colocara él, con nuestro dinero, al otro lado de la frontera. El ministro del Interior, Grande Marlaska, saldrá a la palestra a decir que él no tiene nada que ver con lo ocurrido; para tranquilizar las preocupaciones de unos nos explicará que los distintos sobornos hispánicos (Sahara incluido) siguen funcionando y que si han pasado unos cuantos no ha sido por no impedírseles; que también hay heridos entre las fuerzas policiales (así, a mogollón, como si fuera igual un moratón que perder un ojo o una pierna) y para tranquilizar a las conciencias dirá que todo ha sido una terrible desgracia accidental, pero que responsabilidad por nuestra parte, ninguna.
Y de nuevo ojalá pudiéramos creerle, pero dadas las circunstancias, perverso inocente será quien lo haga.
- El Gobierno acaba de reformar la ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo. ¿Cómo califica usted esta nueva reforma?
Supone un paso atrás en el reconocimiento de la dignidad y derechos del embrión humano, y en el respeto a la dignidad de las mujeres que acuden a abortar, que disponen de aún menos garantías, menos información, menos alternativas y menos ayudas.
- Para mejorar o empeorar, ¿en qué?
Privar de información sobre alternativas al aborto, sobre ayudas disponibles para continuar el embarazo, sobre los posibles efectos secundarios que sufrirá la mujer tras el aborto, quizá durante mucho tiempo después, así como eliminar el plazo de reflexión para su práctica, además de permitirlo sin autorización de padres o tutores desde los 16 años, es empeorar las cosas. Y las empeora para todos: más embriones eliminados, más mujeres afectadas, menos libres en su elección porque han sido peor informadas, y más adolescentes abandonadas a decisiones trágicas, que pueden afectarles el resto de sus vidas.
- Con estas nuevas reformas sobre educación sexual y anticoncepción, salud menstrual, embarazo, parto, aborto y violencias reproductivas. ¿Se podrá llegar a algún tipo de mínimos acuerdos con las partes en conflicto?
Las partes en conflicto son fundamentalmente la mujer que aborta y su hijo a quien se mata. De una parte, están los que los defienden de la agresión que supone el aborto. Y de otra los que lo promueven, lo facilitan, lo extienden y lo financian. Son las culturas de la vida y la muerte enfrentadas. Los acuerdos posibles pasan por el respeto incondicional de las vidas y la dignidad de las madres, los padres -que también tienen algo que decir- y sus hijos. El mínimo exigible es el respeto a la vida y dignidad humanas en toda circunstancia.
- En este momento estas reformas, ¿realmente responden a alguna demanda social?
En absoluto. Más bien a una imposición ideológica que ataca la maternidad, agrede a la mujer y lesiona a la familia. Si se admite que una mujer pueda matar a su hijo, ¿Cómo podrá argumentarse que un ser humano no mate a otro? Son palabras de Sta. Teresa de Calcuta.
Los acuerdos posibles pasan por el respeto incondicional de las vidas y la dignidad de las madres, los padres -que también tienen algo que decir- y sus hijos
- ¿Reformas muy útiles para provocar discusiones sin venir a cuento, que dejan en segundo plano las verdaderas urgencias (paro, educación, sanidad, justicia...)?
No solo eso. Forman parte de una ingeniería social, de un esfuerzo para el control de la natalidad sustentado en fracasadas teorías neomaltusianas. Persiguen debilitar a la institución familiar y, de un modo más o menos consciente, ensalzan un relativismo que abre la puerta a la manipulación de las conciencias. ¿No es ingenuo pasar por alto que el tema es mucho más grave que una simple cortina de humo para ocultar otros problemas?
- "El aborto es más que un problema, el aborto es un homicidio. Sin medias palabras: quien realiza un aborto, mata", afirma el papa Francisco con ira y tristeza. ¿Escucharán en los centros de poder, este dolor moral que expresa el pontífice de las periferias?
Sabemos que las mujeres que se ven empujadas a abortar tienen un elevado riesgo de padecer trastornos relacionados en el futuro. Matar a un ser humano siempre es un atentado contra la naturaleza, contra la víctima y contra el que lo perpetra. Una tragedia. El ser humano ansía la vida y la plenitud y anda tras ella en su existencia. Cuando su interés es el de destruirla, algo no va bien. Las conciencias pueden, no obstante, endurecerse a esto y tolerarlo. Pero ello no disminuye la magnitud de la tragedia que supone. El Papa muestra nítidamente lo que otros ocultan. Pero la luz es la que rompe las tinieblas. Es nuestra esperanza.
DIÁLOGO NECESARIO
- A veces nos preguntamos sobre el lenguaje tan duro que utilizan el papa y algunos de los obispos, ¿cómo se puede dialogar con la cultura actual?
Se puede dialogar con casi todos. Pero dialogar no es relativizar, ni abandonar la Verdad, con mayúsculas, que es que el bien no es el mal, que a la vida no se llega provocando la muerte, que la violencia que no quiero para mí no puedo emplearla con el otro, que el amor construye y el odio destruye. Sobre esto se puede dialogar, pero no negociar. Y matar siempre es matar. Si dialogo sobre esto, es para tratar de mostrarlo a quien no lo ve así. Que un embrión es un ser humano no se puede consensuar. Reconocerlo es condición necesaria de cualquier diálogo fructífero. Dialoguemos para que la evidencia científica también contribuya a poner luz en la oscuridad de la ignorancia.
- La Iglesia ha de expresar su posición… Pero ¿por qué urge plantear este debate en el plano estatal más que en el religioso?
Urge en todos los planos. La Iglesia está en el mundo, aunque no es del mundo. La urgencia de la Iglesia es la del hombre y, por tanto, la de la sociedad. La búsqueda de la verdad es necesaria en todos los niveles en que esta se encuentre.
- ¿Cómo podrían unir los expertos ciencias y humanidades para hablar del aborto?
Con rigor científico y buena voluntad, lo que supone no dejarse llevar por los sesgos debidos a lo culturalmente dominante y sobre todo a las ideologías. La antropología, la filosofía, la sociología, la teología, la medicina, la física, la química, la tecnología o la bioética cobran todo su sentido cuando buscan la verdad en sus campos de estudio que se orienta hacia el bien. Sus áreas de conocimiento son complementarias de cara al logro del bien común. Todas ellas nos ayudan a comprender, cada una desde su perspectiva, la realidad compleja de la creación y la humanidad.
- Una convención jurídica universal sobre el concepto de persona y su dignidad desde el primer momento de la fecundación, ¿es la vía adecuada?
Es un paso necesario. Las personas tenemos dignidad (con nuestros derechos y deberes) porque estamos dotados de una naturaleza particularmente rica, compleja. Es la naturaleza humana -que la ciencia advierte en el embrión de una sola célula. Tener esto bien presente constituye un paso imprescindible para terminar con el atroz exterminio de millones de embriones en el mundo todos los años. Los muchos intentos de la humanidad de retirar el estatuto de persona a determinados seres humanos son injustos: ¡la humanidad no es un club privado! Y han terminado siempre de forma fatal: piénsese en la esclavitud, las luchas tribales o los genocidios. Para defender el aborto debe desposeerse al embrión de su condición de persona, privándole de la dignidad y consiguientes derechos (especialmente del derecho a la vida) que le competen, dado que tiene una naturaleza humana. La salvaguarda de este derecho fundamental a la vida exige reconocerlo como persona, y una convención jurídica universal -difícilmente viable por otra parte- ayudaría. Pero al final son las conciencias y no solo el ordenamiento jurídico, las que construyen las conductas. Formar las conciencias en la verdad antropológica y ética se muestra, de nuevo, como un requisito ineludible.
- Remarca la profesora de Valencia Adela Cortina que "hay que unir la razón tecnológica, la comunicativa y la emancipatoria. Esa es la batalla en la que estamos". ¿De acuerdo con esta perspectiva?
Unir esos tres tipos o usos de la razón es una propuesta oportuna, que ha de realizarse en el marco de la orientación hacia los bienes básicos. Entre ellos está el escrupuloso respeto a la vida humana y, específicamente, a la más débil y desprotegida. Es este un presupuesto irrenunciable, el cual es condición de posibilidad de un desarrollo apropiado de la oferta de unificación entre la razón tecnológica, la comunicativa y la emancipatoria"
- Una fundamentación bioética, también basada en la ciencia y el conocimiento, para abrir un diálogo entre las humanidades ¿Por ahí va el camino?
La evidencia científica nos ayuda a comprender progresivamente la realidad en su fascinante riqueza. A la vez, lo que la ciencia descubre y nos muestra, tiene una ineludible dimensión ética. No olvidarlo permite que el avance científico y tecnológico contribuya al progreso humano y no a su retroceso. La bioética, como reflexión sobre la dimensión ética de todo lo relativo a la vida humana, orienta el avance científico hacia el verdadero progreso. En esta línea, hay que afirmar que matar siempre representa un retroceso de la civilización. La muerte es destrucción, como lo es la guerra, la violencia, el sometimiento de unos por otros, la explotación… El diálogo puede contribuir a extender esta visión, pero no lo asegura. Resulta necesario, pero no es suficiente para que el débil, aquel que no puede defenderse, sea respetado. La verdad, la bondad y la belleza pueden mostrarse a través de algunos tipos de diálogo, pero no son su fruto. Una vez más: el diálogo es necesario, pero no suficiente.
- Francisco argumenta que los libros de embriología explican que a las tres semanas de la concepción ya están todos los órganos en su lugar, por lo que, en su opinión, ya es una vida humana que debe ser respetada. ¿Una forma interdisciplinar para argumentar?
El embrión es una vida humana desde la fecundación, como confirman las más recientes evidencias científicas sobre el desarrollo embrionario inicial. Antes de que los órganos estén en su lugar, otros procesos, que siguen un ordenado, progresivo y continuo programa de desarrollo,
Los muchos intentos de la humanidad de retirar el estatuto de persona a determinados seres humanos son injustos
La verdad, la bondad y la belleza pueden mostrarse a través de algunos tipos de diálogo, pero no son su fruto. Una vez más: el diálogo es necesario, pero no suficiente han arrancado desde la fecundación. Una nueva naturaleza en movimiento, de gran complejidad y sorprendentemente organizada, muestra la existencia de un nuevo individuo, único e irrepetible de la especie humana. Es una nueva persona. Los fracasados intentos por definir la existencia de un preembrión, supuesto estado previo a la aparición del embrión, han sido abandonados, aún por los que los promovieron en los años ochenta del siglo pasado. Supeditar la consideración de la existencia humana a un determinado estado madurativo es arbitrario e injustificado. Estamos antes una evidencia científica: el estado de madurez de un individuo no modifica su estatuto de persona, su identidad personal sincrónica. A las tres semanas hay ya una vida humana, como la hay a las dos o a los dos segundos desde la fecundación.
- Tratar de descubrir puntos comunes en la sociedad es de primera necesidad, ¿Difícil, imposible?
Posible y necesario. La sociedad humana anhela el desarrollo, el progreso, la plenitud. Pero a veces lo intenta desde la ignorancia o desde el error o desde un tratamiento torpe y precipitado de la realidad del sufrimiento. Sin embargo, ser amado y amar sigue siendo el anhelo más profundo de todo ser humano- siempre que se trate de un amor bien entendido y bien practicado. Aquí hay un suelo común en el que es posible convivir, comunicarnos, tolerarnos y respetarnos.
CAMINO QUE HAY QUE RECORRER
- Para dialogar sin descalificar con etiquetas insultantes, ¿qué camino hay que recorrer?
El insulto muestra carencia de razón y argumentos. Desgraciadamente es un recurso frecuente en el ambiente crispado que vivimos hoy. El diálogo útil es el que escucha, argumenta, se abre a evidencias, propicia la reflexión y, sobre todo, respeta reverencialmente al otro, que, aunque distinto, está dotado de dignidad. Por lo tanto, el camino es este: la verdadera justicia que trata al otro, a la otra persona, como merece. También al embrión desprotegido o a la mujer que sufre y quiere abortar. Este es el camino. Sin renunciar a defender la vida, la dignidad y la verdad.
- Que el aborto es indeseable parece fuera de duda. ¿Cómo podríamos educar a todos en esta aseveración?
Porque es un claro exponente del hombre contra el hombre, un signo de decadencia en la civilización, como afirmaba Jerome Lejeune. Además, se trata del ser humano más débil, incapaz de defenderse, agredido por su propia madre. Es una tragedia: solo hace falta mostrarla como es para educar en el respeto a la vida en toda circunstancia. Sin excepción.
- ¿De qué forma prevenir, educar para no llegar al embarazo no deseado?
Este es el punto fundamental. Educar en el amor, lo que incluye educar en las virtudes: en la Justicia, o sea, en el respeto al otro, en la Templanza, en la Prudencia, en la Fortaleza… desde los primeros años de vida. Hay que educar específicamente la afectividad y la sexualidad al servicio del amor entendido como donación y por tanto de la vida. Un capítulo de esa educación consiste en entrenar a nuestros niños y jóvenes en la elección por la austeridad y no por el hedonismo, lo que incluye aprender a convivir con los sufrimientos que la vida trae consigo: entre ellos están los fracasos y la capacidad para seguir adelante, las caídas y la posibilidad de levantarse de ellas. En suma, aprender el dominio de sí. Esta es una labor urgente, una “emergencia pedagógica” tal como la definió el Papa Benedicto XVI, a realizar de forma inaplazable desde varios ámbitos: desde la familia, en primer lugar, y también desde la escuela, la catequesis, los poderes públicos, los medios de comunicación…
Los fracasados intentos por definir la existencia de un preembrión
- ¿Qué piensa usted cuando oye este tipo de expresiones: "usted está a favor de una cultura de la muerte" o bien "usted está en contra de las mujeres"?
Debe señalarse la conducta homicida, la agresión, la violación de los derechos del que no puede defenderse. Pero no debe señalarse a las personas. No nos toca juzgar a las personas. Pero sí denunciar el error y la mentira, más cuando son presentados como verdades. De nuevo, la descalificación personal no es el camino.
- Hay desacuerdos evidentes… ¿pero por qué habría que dialogar sin etiquetar en el seno de la sociedad civil?
Etiquetar supone la interposición de prejuicios, que dificultan o impiden la comunicación constructiva. Las ideologías lo etiquetan todo e impiden la argumentación. Eso supone una enorme dificultad para abordar la esencia de las cosas. Los desacuerdos no son un problema si, partiendo de las legítimas diferencias en el análisis de la realidad y en la propuesta de soluciones, existe una sincera búsqueda del bien de la persona y del bien común. Ello implica, recordémoslo de nuevo, reconocer la dignidad inviolable, es decir, el valor irrenunciable de la vida de cada persona. Esta es la premisa sobre la que deben abordarse los desacuerdos.
- Y si una mujer llega a la decisión traumática de abortar, suficientemente dolorosa por sí misma, una sociedad civilizada, ¿qué puede hacer?
Defender a su hijo en primer lugar, porque no puede hacerlo él. Y ofrecerle a ella la verdadera ayuda que necesita. Un mal no se alivia con otro mal. Ayudar a abortar a una mujer que sufre es profundizar su sufrimiento. Lo que le hace falta a una mujer en esa situación es ayuda psicológica, médica, apoyo social…es decir, un acompañamiento sostenido. Esto es lo que necesita ante el dolor o el sufrimiento que la empuja hacia el aborto. Una sorprendente estadística muestra que el aborto provocado en adolescentes reduce significativamente su esperanza de vida, en contra de lo que muchos piensan. La decisión traumática de abortar es maleficente para todos y una sociedad civilizada debe tratar de reconducirla por todos los medios.
- ¿Se podría llegar a algún tipo de acuerdo social sin recurrir al castigo?
Ello supondría reconocer el aborto como un derecho, lo cual deja desprotegida la vida del nasciturus, que debe ser defendida como la de cualquier otra persona, digna como él, pero, en el caso del no nacido, más desvalida e indefensa. Debería defenderse, insisto, por todos los medios. La actitud proactiva -ayudar y acompañar- sin duda más eficaz, es preferible frente a la represiva.
- ¿Por qué los autores de las leyes deberían coincidir lo más posible con sus destinatarios?
Si la ley busca el bien de todos, no es difícil entender que los autores y sus destinatarios se encuentran en el mismo terreno. El problema surge cuando esto no es así. Aunque muchos discrepan, las leyes inicuas -como la del aborto- propician el mal, sobre todo el del más débil.
- Regular la objeción de conciencia del personal sanitario que se niega a eliminar lo que considera una vida humana resulta indispensable. ¿Suficientemente protegido en la nueva reforma?
El derecho a la objeción de conciencia es constitucional. Emana del respeto a la libertad de conciencia y religiosa. Lo garantiza la Constitución, ordenamiento jurídico de rango superior a la actual ley del aborto. La creación de listas de objetores, pretendida para regular el supuesto derecho de la mujer a abortar, viola otros derechos como el de privacidad de aquellos a los que se pide que hagan públicos aspectos ideológicos, morales o religiosos que pertenecen a la esfera privada y que la ley de Protección de Datos custodia severamente. También el Estatuto de los Trabajadores advierte de la ilicitud de recabar cuestiones ideológicas, morales o de creencias a los empleados, por pertenecer a la esfera privada. Es una nueva colisión de derechos, como en el caso del derecho de la madre a decidir y el del hijo a vivir. Se trata de jerarquizar estos derechos convenientemente, para que sean respetados prioritariamente los fundamentales. Y prioritario es el derecho a la vida.
- Es una obligación social impedir que las familias sientan como indeseables embarazos que recibirían con entusiasmo, si no fuera por falta de medios. ¿Qué urge hacer?
La falta de medios, la pobreza, deben tratar de remediarse. Pero el respeto a la vida del hijo por nacer, no puede quedar supeditado a una situación de pobreza. Tratar de justificar el aborto por motivos económicos es una tragedia. La vida es más que la pobreza o la riqueza. No tiene precio, pero sí valor, y mucho. El apoyo a las familias que lo necesitan es un deber moral inexcusable en toda sociedad civilizada. Pero el respeto a la vida de sus miembros más débiles es lo que mide la calidad de una civilización.