Hace unos días, la prensa nos sorprendía con estos titulares: El polémico obispo de Solsona Javier Novell había renunciado a su cargo atribuyendo la renuncia a haberse enamorado de una escritora de novela erótica provocando silencios al chocar con el mundo del papa Francisco.
Cada cierto tiempo por alguna causa, el tema del celibato sacerdotal se pone de actualidad, ya sea en ambientes eclesiales o en otros más mundanos, hasta tal punto que incluso en los sitios webs y en los diarios, en los programas televisivos de chismorreos o en los matutinos de la radio, se habla de él.
La prensa se lanza sobre la presa, como las aves carroñeras para descuartizarla y comérsela o como los perros hambrientos, sin tener en cuenta que el fracaso siempre va a aparecer, de una forma o de otra, ya que lo normal en la vida, es, que las cosas no salgan siempre bien. Ante el fracaso algunas personas muy válidas se hunden y no son capaces de salir del pozo, mientras que otras sin embargo, quizás menos válidas, son capaces de resurgir de sus cenizas. El fracaso es esencial para triunfar, nos pone a prueba, nos permite crecer, nos ayuda a encontrar el camino correcto.
Sacar partido del fracaso de una persona en su proyecto de vida, solo puede ser el objetivo de una prensa carroñera y ruin, que aviva y se alimenta de noticias morbosas para mantener el interés y conseguir una audiencia fácil y vulgar, que tiene como fin solamente el lucro económico. Los maestros de Oriente dicen que cada flecha que da en la diana, es el resultado de cien flechas erradas, y sacar partido del fracaso y de las dudas del proyecto de vida del obispo Novell, es bueno, siempre que se aproveche para mejorar, ya que se puede aprender más de los errores, que de los aciertos.
¿Cuál es mi actitud ante el comportamiento del obispo Novell? Pues que lo que no quieras para ti, no lo quieras tampoco para los demás y de ahí, que mi actitud ante esta noticia del abandono de Novell de sus funciones religiosas por el amor o enamoramiento de una mujer, es de una inmensa compasión y plantea un interrogante en mi vida célibe. Tener que tomar esta decisión por las causas que sean, implican para la persona un inmenso dolor que permanecerá ahí para toda su vida, una cruz no fácil de llevar y que lo que necesita son cirineos que le ayuden y no quien le hunda más por su decisión.
Mi espíritu de compasión evangélica ante la infidelidad del obispo Novell, no implica mi apoyo a su conservadurismo religioso extremo, ni a su firme beligerancia con la homosexualidad, ni a sus “terapias de conversión”, que supuestamente pretendían reconducir la homosexualidad, ni tampoco a su espíritu profundamente nacionalista e independentista, que tanto daño está haciendo.
Lo que si me sugiere este fracaso a su proyecto de vida, es intentar ver o buscar porque se llega a tener que tomar esta decisión en la vida del célibe. ¿Será que el obispo Novell padece la enfermedad del amor?
Ésta enfermedad existe y se llama limerencia, y consiste en intensos sentimientos de admiración y en la necesidad de ser correspondido por la otra persona. Es un comportamiento obsesivo-compulsivo, que puede afectar a cualquier persona, y que se genera
El obispo Novell: ni es el primer célibe, ni será el último que se enamora de una forma brusca e involuntaria, pero desaparece de la misma forma en la que llega.
La enfermedad del amor se puede convertir en obsesión y puede afectar la calidad de vida de las personas. La limerencia se detona en procesos bioquímicos del cerebro, es decir, la liberación de norepinefrina, dopamina, feniletilamina, estrógeno y testosterona, que produce la euforia de un nuevo amor, y que empieza a normalizar las hormonas de apego, después de unos años de relación.
En la mente de muchos aparece asociada la palabra célibe con la negación de la sexualidad y con la prohibición de amar. Mis alumnos, amigos y las personas con las que trabajo en el campo pastoral de la afectividad y sexualidad, con frecuencia me preguntan: ¿Nunca te has enamorado? ¿qué haces cuando una mujer se enamora de ti? ¿Qué pasa si te enamoras y qué tiene de malo el amor? ¿Acaso no es el centro del mensaje cristiano?...
Algunas se han enamorado de mí y me han dicho qué pena, que Dios te haya elegido para Él y yo me he enamorado de alguna de ellas y con la ayuda mutua, la oración y la gracia de Dios, he logrado ser fiel a mi vida célibe, cosa que sin la ayuda de la mujer me hubiera sido imposible. El celibato no es un camino de rosas y está lleno de espinas como el rosal haciendo que tu vida, a veces, sea un camino sangrante.
Las relaciones entre célibes y mujeres han experimentado un gran cambio con respecto al pasado, y es necesario tener muy clara esta evolución de mentalidad, así como las ideas, ser muy realistas y valorar como algo indiscutible el apoyo de la mujer a la propia madurez afectiva y relacional del célibe, pero esta evolución de las mentalidades, costumbres y modo de relacionarnos dentro de la igualdad de género, no se ha logrado del todo hacerla realidad, ya que implica nuevas formas de relación entre el hombre y a la mujer célibe.
Algunos hasta afirman que la Iglesia más que dar pasos hacia delante, los está dando hacia atrás.
Los célibes están experimentando las ventajas humanas y pastorales de la colaboración de las mujeres, lo cual cambia notablemente su relación con el mundo femenino, pero no todo son ventajas ya que unido a ellas, indiscutiblemente han aparecido nuevos peligros como las amistades inmaduras, los enamoramientos ocultos, los abusos sexuales...
La iglesia ha avanzado poco en reconocer los derechos y la igualdad de la mujer en la Iglesia y a esto hay que añadir: la necesidad de una nueva educación sexual de los hombres y mujeres célibes, acorde a las necesidades de los tiempos; los nuevos conceptos de la sexualidad; relaciones de género en la igualdad; y en la actualidad la educación sexual de los sacerdotes, deja mucho que desear, etc.
Aprender a vivir una sexualidad célibe es un don de Dios, no es nada fácil, y los errores si los hay, son pasos del camino que deben servirnos para ir aprendiendo y tener muy claro que lo importante no es quedarte lamentando la herida o el fracaso, sino levantarte, corregirlo y mirar al amor del que te dio tan gran regalo. ¿Quién puede tirar la primera piedra, diciendo que nunca ha sido infiel?
Sin amor y sin perdón, es imposible hacer este largo camino.