En el mes de abril el Papa Francisco nos invita a rezar por las personas que están bajo la influencia de las adicciones. Y la Conferencia Episcopal Española nos motiva a hacerlo en el mes de mayo para que las nuevas tecnologías sean utilizadas adecuada y responsablemente. Dos intenciones en las que queremos encuadrar la actividad que a continuación relatamos.
Se trata de la siguiente. El lunes día 9 de marzo, la Fundación Etnor (
www.etnor.org) organizó una conferencia en Bancaja que me resultó muy sugerente a propósito de la temática sobre la que se me invita a escribir: Por una gestión ética de empresas y organizaciones. "Ética e innovación. Por una revolución industrial por y para todos", por el Prof. Javier García Martínez, Catedrático Universidad de Alicante, Director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular, Premio Rey Jaime I de Nuevas Tecnologías y miembro del Foro Económico Mundial.
Tecnología y humanismo
El ponente expuso a lo largo de la noche que cuanta más tecnología, se puede lograr mayor humanismo; cuanta más tecnología las personas podrán ser más buenas. Pero también presentó los peligros y las desviaciones de la época tecnológica en la que vivimos, y apeló a la responsabilidad crítica, personal y familiar.
Sostuvo que “no podemos tratar como inmigrantes digitales a nuestros conciudadanos”. Y justificó que las nuevas tecnologías aportan a la sociedad numerosas ventajas, pero muchos de los cambios que estamos viviendo – algunos muy profundos- se están haciendo sin contar con los ciudadanos, que en muchos casos ven la tecnología como una amenaza para su empleo, su privacidad y la calidad de los sistemas democráticos en los que viven.
La cuarta revolución industrial está transformando aspectos muy importantes de nuestras vidas, y muchos de estos cambios pueden ser percibidos como un riesgo más que como una oportunidad. Asimismo destacó que de la cuarta revolución industrial están cambiando aspectos tan importantes y tan sensibles como la forma en la que nos informamos, relacionamos y comunicamos y por tanto tienen un impacto muy importante en la forma que compramos, pensamos y votamos. También las nuevas tecnologías están redefiniendo el empleo y la creación de riqueza. Por eso es entendible que muchos ciudadanos “puedan percibir todo esto como un peligro para su futuro”. El profesor ha insistido en que las nuevas tecnologías aportan a la sociedad herramientas poderosas ante las que hay que actuar con responsabilidad, “la revolución industrial debe ser por y para todos los ciudadanos y no nos puede tratar como extranjeros digitales”.
“Hemos sido ingenuos, sostuvo el catedrático de la Universidad de Alicante, al pensar que gracias a las nuevas tecnologías íbamos a estar más conectados y mejor informados. La realidad es que internet ha favorecido la proliferación de todo tipo de noticias falsas y de ideas fanáticas y absurdas”. Y en este sentido terminó diciendo que “el único antídoto contra la posverdad es una actitud crítica y responsable ante la información”.
Jaque a la democracia
Uno de los puntos en los que insistió el ponente trató de la pérdida de capacidad de decisión ante los avances tecnológicos. “La introducción de las nuevas tecnologías en todos los aspectos de nuestras vidas nos viene impuesto sin que realmente podamos hacer algo mucho para evitar las consecuencias que tiene sobre nuestra privacidad y sobre el uso de nuestros datos. “Apenas podemos operar en este nuevo tiempo sin ceder parcelas importantes de nuestra libertad e incluso de nuestra intimidad. Cada vez que los ciudadanos no pueden decidir sobre aspectos que les afectan tan directamente la calidad de nuestra democracia se ve reducida”.
Sin embargo, ésta no es la única amenaza que apunta García Martínez en una revolución industrial en la que los ciudadanos tienen muy poco que decir. “El peligro más profundo es que la automatización de procesos y la inteligencia industrial destruyan los puestos de trabajo que sostienen a la clase media. En los últimos años, hemos visto como la clase media ha ido adelgazando en muchos países desarrollados, debido a la deslocalización de empresas y a la precarización de muchos empleos. Sin clase media no hay democracia ni Estado del bienestar. Si la tecnología no sólo se percibe como lejana e incomprensible sino como una amenaza para nuestro nivel de vida y nuestro empleo, los ciudadanos van a votar a opciones políticas que políticas populistas (esto es que prometan soluciones fáciles a problemas difíciles) o nacionalistas (que prometan proteger a los ciudadanos de un país frente a las empresas y trabajadores extranjeros). Esto no es una previsión de lo que puede pasar, si no la realidad que ya estamos viviendo en las economías más desarrolladas”.
Nuevo modelo emprendedor
Además de estas ideas, el profesor también apuntó algunas oportunidades para los próximos años. En este sentido, mencionó que los científicos emprendedores, esto es aquellos investigadores que se animen a comercializar sus descubrimientos, van a ser los grandes agentes de transformación de este siglo. “Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos, desde cambio climático a las nuevas enfermedades, tienen soluciones en la ciencia”. Pero hacer el descubrimiento no es suficiente. Además, es necesario ponerlo al alcance de todos. En el pasado, este proceso ha sido muy lento ya que existía – y de hecho aún existe- una brecha entre la academia y la industria. Pero existe una nueva generación de científicos que están acercando sus descubrimientos a todos mediante la licencia de sus patentes o la creación de nuevas empresas que comercialicen sus innovaciones. “Muchos de los grandes descubrimientos que se hacen en los laboratorios de todo el mundo, se quedan en un cajón o en el mejor de los casos en una publicación científica. Si consiguiéramos llevar estas soluciones a las personas que las necesitan, todos nos podríamos beneficiar de las grandes contribuciones que hacen los científicos para nuestro bienestar y el medioambiente”.