Recientemente fallecía en Salamanca el padre Manuel Carreira, s.j., concretamente el día 3 de febrero de 2020, con 88 años de edad,
Conocí a este sacerdote científico en diferentes ocasiones, y fuí durante varios años una asidua aprendiz de su pensamiento. Estamos hablando de una gran figura…! Este profesor fue invitado a lo largo de su vida a numerosos congresos sobre ciencia, metafísica y religión en los que trataba temas como “Implicaciones teológicas de la física moderna”. Un comentario: no acabo de comprender que apenas se hable de esta figura en las facultades de teología y en las publicaciones teológicas de España; la impresión que tengo es que se desconoce a este autor, para mí tan significativo. En América Latina, en diferentes países, sí que se estudian sus aportaciones.
El padre Manuel Carreira puede entusiasmar a cualquiera con su manera concreta de explicar el diálogo de la ciencia con la fe: “La ciencia y la fe se complementan. Entre la teología y la astrofísica hay más puntos de encuentro que los que se suele pensar”. Para mí, sus explicaciones de la resurrección desde la física cuántica, son realmente novedosas, muy creativas y magistrales.
Me permiten en la Redacción dar a conocer una entrevista que le realizó Juan Carlos Núñez Bustillos, periodista y profesor del Centro de Formación Humana del ITESO (Universidad Jesuita de Guadalajara, México). Pero como por razones de espacio no se puede publicar íntegramente en estas páginas, remitimos al lector a la web de Cresol (www.revistacresol.org).
"La fe y la ciencia se complementan"
POR JUAN CARLOS NUÑEZ FOTO: PAULA SILVA
La ciencia y la religión no se oponen. Son maneras diferentes de situarse en el mundo con propósitos y alcances diferentes. Esto lo dice con convicción el padre Manuel Carreira Verez, sacerdote jesuita que trabaja con igual pasión en un observatorio astronómico que en una cátedra de teología. Para este astrofísico gallego, el planteamiento que propone optar por la ciencia o por la religión es una falsa disyuntiva porque cada una de ellas se ocupa de ámbitos muy distintos de la vida.
“No puede haber contradicción porque tratan de dos cosas muy diferentes. La ciencia me dice cómo se comporta la materia. La teología trata de la relación personal de cada ser humano con Dios. Mientras cada una se mantenga en su campo, con su propia metodología, no hay problemas, solamente puede haber contradicción cuando se quiere aplicar la misma metodología en campos que son incompatibles”, afirmó Carreira en su más reciente visita a Guadalajara.
Licenciado en Filosofía y en Teología, el padre Carreira es también maestro en Física y doctor en Astrofísica por la Universidad de América, en Washington. Ha sido colaborador en investigaciones para la nasa y asesor del Observatorio Vaticano en Roma.
Por eso, insiste, no se trata de elegir la mejor manera de conocer sino de entender que hay diversas formas de situarse en el mundo y que cada una nos ayuda a propósitos diferentes y nos puede enriquecer como seres humanos. Optar por una sola reduce la perspectiva del mundo. Incluso, en el propio conocimiento científico, la súper especialización conduce a visiones muy precisas y muy útiles sobre ciertos aspectos de la realidad, pero al mismo tiempo genera un conocimiento fragmentado y reducido.
Como una manera de satisfacer ese interés por conocer al hombre y al universo desde diferentes perspectivas, el padre Carreira soñaba en su juventud con escribir una enciclopedia sobre el ser humano desde todos los puntos de vista. Ante la imposibilidad de concretar la tarea, el científico y religioso propone buscar los estudios transdiciplinares de los diversos campos de la ciencia.
¿No es necesaria la especialización para conocer mejor el mundo?
Sí, y hay que hacerlo; lo que es peligroso es creer que ése es el único modo de conocer y que la especialización le da a uno una visión suficientemente amplia de las cosas, cuando en realidad es una visión muy limitada. Ése es el peligro, y todos tenemos ese peligro, nadie puede abarcar hoy la amplitud ni de la ciencia ni de la filosofía ni de las humanidades, y tiene uno que darse cuenta de que es así, por lo tanto debe darse cuenta de que su visión es muy parcial.
¿Cómo hay que trabajar con esa certeza?
Hay que tener una amplitud de miras suficiente. En algún tema concreto, pedir otros puntos de vista que puedan completar el que uno tiene. A mi director de tesis de doctorado, un hombre eminente de fama internacional, descubridor del neutrino, le costaba el que yo le llevase una discusión filosófica porque él instintivamente preguntaba: “¿Se puede comprobar en el laboratorio?”. Y cuando yo le decía: “No”, él no sabía cómo reaccionar. Es un ejemplo de lo que puede dar una especialización que limita en cuanto a la metodología para resolver problemas más amplios. Por lo tanto uno tiene que tener esa humildad y esa apertura para decir: “Aquí no basta lo que yo puedo saber como especialista, tengo que buscar otros puntos de vista, ilustrándome tal vez desde otra manera de conocer el universo, diferente a lo que yo conozco, no opuesta, pero que lo complementa”, eso es lo que hace falta.
¿No hay que elegir entre uno y otro?
Sería absurdo. Un físico no puede decir todo lo que hay que decir acerca de una novela. Desde su disciplina solamente puede hablar acerca de la materialidad del libro, pero no puede decir nada de su contenido, ni de su valor literario. El ejemplo más elemental: estamos hablando. El físico le podrá decir qué volumen tiene la conversación, cuántas vibraciones por segundo se producen y otras cosas, pero no le dice nada del significado, ni del contenido ni del valor de lo que dice. ¡Qué le va a decir el físico de lo que yo estoy diciendo! Por eso es tan obvio que no puede reducirse todo a un único modo de conocer; quien no ha pensado en ello puede querer hacerlo, pero nadie que haya pensado en ello intenta hacerlo.
¿Se pueden complementar sin generar mezclas absurdas?
Exactamente. Son maneras parciales de conocer, la manera del físico, la del químico, la del astrónomo, la del biólogo, la del humanista, del literato, del filósofo, del teólogo, del historiador: todas son maneras parciales y por tanto se complementan para tener una visión completa. Uno desearía tenerlas todas, pero será muy difícil que en la práctica una persona pueda decir todo lo que hay que decir acerca de algo. Y entonces te das cuenta de que puede haber una persona muy capaz en un campo y muy deficiente en otro. Yo lo he visto en grandes científicos que, cuando hablan de la persona humana, de cuestiones de filosofía o teología, verdaderamente dan pena. Y al contrario también.
Usted ha dicho que la fe juega un papel relevante en el conocimiento. ¿No se supone que hay que separarlos?
La gente normalmente cree que la palabra fe sólo tiene una connotación de tipo teológico, y no es así. La cultura se desarrolla con ideas que van más allá de los datos que nos dan los sentidos; la cultura crece por la comunicación de lo que cada pensador aportó a un acervo común. Newton tiene una frase muy bonita, muy humilde y muy real: “Si he visto más lejos que otros, es porque me encaramé en los hombros de gigantes que me precedieron”. No hay otra forma de crecer culturalmente sino apoyándose en lo que recibimos de otros, y esta fe humana es absolutamente indispensable para conocer todo lo que yo no puedo verificar directamente. Para empezar, el pasado no se puede verificar por observación directa, solamente se puede verificar por testimonios. Segundo, todos los conocimientos de una especialidad que yo no domino los tengo que aceptar porque me los dan personas dignas de fe, dignas de crédito, y naturalmente, en cuanto esto se explica así, no hay quien pueda negarlo, y menos en una universidad donde uno está absorbiendo de profesores, de libros, de una cantidad inmensa de conocimientos que nunca puede obtener por cuenta propia.
¿Entonces la mayor parte de nuestros conocimientos se basa en que creemos lo que nos dicen otras personas?
Exactamente. Yo diría que más de 99 por ciento de lo que sé, lo sé porque lo he aceptado de quienes me lo enseñaron. Incluso en el ámbito de la ciencia aceptamos cosas que van en contra de los sentidos. Un estudiante de secundaria acepta sin duda alguna la teoría atómica. Las cosas están hechas de átomos y estos átomos son increíblemente pequeños, tanto que no los detectan nuestros sentidos, y están en movimiento constante, no se tocan; las cosas no son sólidas sino que son casi todo vacío y forman estructuras porque hay fuerzas de cohesión y de repulsión que hacen que algo se mantenga unido y parezca impenetrable. Todo esto va en contra de lo que me parece obvio, por lo que me dicen los sentidos. Una vez le pregunté a un alumno: “¿Por qué acepta usted la teoría atómica?”. Y él me responde: “Porque está muy demostrada”. Y yo le digo: “No, usted la acepta porque se lo han dicho, usted no ha demostrado nada, ni sería capaz con sus medios y sus conocimientos de demostrarlo, lo acepta porque se lo han dicho personas dignas de crédito”. Y lo mismo con muchas otras cosas: quién puede demostrar que existió Julio César, que Sócrates enseñó lo que enseñó. Solamente tenemos testimonios de sus contemporáneos y los aceptamos. Y lo mismo es aplicable en el aspecto religioso: el cristianismo se basa en hechos que sólo pueden conocerse precisamente por testimonios, como todo hecho histórico.
¿Cuáles son los criterios para aceptar o no un dicho como éstos?
Primero, por el mismo criterio por el que acepto en un juicio la inocencia o culpabilidad de una persona. Se me dan datos y se presentan esos datos de una manera que es digna de crédito, por su coherencia, por la capacidad, por el conocimiento profesional y humano de la persona que da su testimonio, por la sinceridad que no implica hablar para beneficio propio. En el caso del fenómeno religioso, concretamente del cristianismo, la mayor prueba de sinceridad es que les cuesta la vida a los que dan ese testimonio; ellos son personas que han estado en contacto inmediato con esos hechos, han estado en contacto inmediato con Cristo, y les cuesta la vida dar ese testimonio.
¿Considera que en la actualidad se privilegia el saber útil?
Por desgracia así es. Por desgracia se quiere reducir todo a física, y no es posible. La física no puede explicar mi libertad, ni puede explicar el que yo sea responsable de mis actos, y que tenga derechos y deberes; todo esto que es la trama de la sociedad humana y lo que hace precisamente al ser humano algo especial. Todo esto queda fuera del ámbito de la física.
¿Existe una mejor manera de conocer?
Podría llamar mejor a la que me da una visión mas profunda, no porque sea más verdadera sino porque va más allá. Por ejemplo, yo conozco mejor, y hasta cierto punto puedo utilizar esta palabra, lo que hace un átomo si estudio las combinaciones a que da lugar en un ser viviente, que si simplemente lo veo como un átomo suelto en una experimentación puramente física. En la experimentación física lo único que puedo decir del átomo es que tiene tales partículas, con tanta masa, con tanta carga eléctrica, y nada más. Cuando lo veo ejerciendo una labor de construcción de estructuras complejísimas puedo decir que es un conocimiento más profundo, y en ese sentido mejor. No porque invalide el otro, o porque el primero no sea verdadero sino porque se queda en un nivel más elemental. A veces algunos químicos pretenden describir al hombre diciendo cuántos gramos de carbono tiene, cuántos gramos de nitrógeno y cuántos de oxígeno, y le ponen a uno la lista de elementos con los frasquitos, cada uno con su nombre, en una estantería. ¡Eso no es el hombre! El ser humano tiene exactamente los mismos elementos muerto que vivo, y no es lo mismo. Por lo tanto el conocimiento de las persona es más completo cuando las describo en lo que es propio de un ser viviente y libre, que cuando la describo simplemente como una colección de átomos.
¿El conocimiento científico es superior a otras formas de conocimiento?
No, en lo único en que sería superior (si uno quiere usar esa palabra, que no me parece la más a acertada) sería en que el conocimiento científico es tan objetivamente válido que los científicos de todo el mundo, de cualquier cultura, afirman lo mismo y dan por supuesto que lo que da un experimento que yo hago aquí lo pueda repetir cualquier científico en cualquier laboratorio del mundo y tendrá el mismo resultado. En ese modo de hablar el conocimiento científico tiene una prueba de objetividad, de validez universal, que no es siempre fácil encontrar en otras formas de conocimiento.
¿Y no es eso una gran ventaja?
Sí, pero no nos basta. Es precisamente objetivo porque es muy básico, porque se puede comprobar como un experimento y se puede expresar por una medida. Pero justamente por eso es limitado.
El conocimiento científico también ayuda a predecir.
Sí, pero puede predecir sólo lo que hace la materia en un conjunto de situaciones donde me fío de datos que siempre tienen un margen de error, y además dentro de aquellas circunstancias en que las leyes que yo aplico están comprobadas. Por ejemplo, la ley de la gravedad no está comprobada dentro del átomo, doy por supuesto que funciona, pero no se puede comprobar. La ley de la gravedad, tal como la había dado Newton, se creía correcta, pero Einstein tuvo que decir: “En situaciones de muchísima masa concentrada en un punto, hay que corregirla”. Y así es, hablamos ahora de cómo se predicen fenómenos basados en la interpretación de Einstein que no eran explicables en la interpretación de Newton, y la de Newton sigue siendo muy buena, pero no cubre todo. Además, toda medida física se hace con un margen de error. Yo no he hecho el cálculo, pero he leído que si uno quiere predecir dónde va a estar el planeta Plutón en tal fecha y a tal hora dentro de un año, lo puede hacer, pero si quiero predecir dónde va a estar en tal fecha y hora dentro de cien millones de años y hago los cálculos con las mejores cifras que tenemos ahora, resulta que si cambio la posición de hoy en tres centímetros, en lugar de estar donde dice el cálculo, podrá estar en el extremo opuesto. Entonces la ciencia no puede predecir a largo plazo con esa certeza.
Estas limitaciones no indican que sea inútil o despreciable.
No, ni muchísimo menos, sino que todo científico sabe que sus medidas tienen limitaciones, y que las predicciones que se hacen basadas en ellas tienen esas limitaciones. Pero aun con ellas son sumamente interesantes y útiles. La física tampoco puede predecir lo que hace la materia viviente y eso no significa que no sea importante, sino que no lo explica todo.
Los otros tipos de conocimientos también tienen sus límites.
Exactamente, todo conocimiento humano tiene márgenes de error. En el caso de la historia es muy claro. Tal vez puedo decir que existió tal persona, pero lo que no puedo saber exactamente es dónde estaba en cada momento de su vida, no puedo decir exactamente todo lo que hizo. ¿Qué puede decir la teología del comportamiento de la materia? Absolutamente nada.
¿Cómo alentar el diálogo entre saberes?
Debe hacerse un esfuerzo para que uno no cumpla la definición irónica y casi ridícula del especialista: “Es una persona que va sabiendo más y más, acerca de menos y menos, hasta que termina sabiéndolo todo acerca de nada”. Ése es el peligro: la persona hoy no puede ser estudiada suficientemente sólo desde un punto de vista. Yo no puedo describir a una persona sólo en términos biológicos. Algunos dicen que el genoma humano determina lo que la persona es. Eso es mentira porque hay personas con exactamente el mismo código genético, como los siameses, que no son iguales. Cualquiera de nosotros tiene idénticamente el mismo genoma en el momento que nace que cuando muere: ¿todo lo que ha hecho usted durante toda su vida no vale nada? ¡Es totalmente absurdo! Por eso hace mucha falta que nos demos cuenta de que la realidad es mucho más rica que lo que da de sí una visión parcial, sea cual sea, y por eso tenía yo aquel sueño de la gran enciclopedia en que se hablase desde todos los puntos de vista.
¿Se puede?
No. Pero lo que se puede hacer es abrirse a conocer más. Yo tengo la suerte de que me ha gustado todo lo que he estudiado. Me gustan las ciencias desde pequeño. Ya de niño, a los 10 años, quería hacer un telescopio. Me gustaba la mineralogía: mi madre tenía una colección de minerales; me ha gustado la física y la química, y también la literatura. Me he atrevido incluso a escribir poesía; me ha gustado el arte, pintar, hacer fotografía artística: lo he hecho a montones, he dado clase de fotografía, he hecho exposiciones en Estados Unidos, pero he usado la fotografía también como un instrumento de metodología científica para mi maestría en Física y para el doctorado en Astronomía. Me gustó también hacer experimentos de física y química, y mirar por un microscopio para ver células. Por supuesto que me ha gustado mucho la teología, de modo que en ese sentido estoy muy a gusto viendo las cosas desde diversos puntos de vista. Gracias a Dios nunca he encontrado una cosa que me hable de la realidad que no me haya parecido digna de estudiarse.
Cuando mira por un telescopio ¿ve con ojos de científico o de teólogo?
Las dos cosas, yo veo al mismo tiempo allí una realidad hermosa y veo también su significado científico. En el Observatorio del Vaticano se da un curso de astrofísica para estudiantes de todo el mundo. Unos 200 o 300 estudiantes presentan la solicitud y solamente se puede tener allí un grupo de 25, así que son estudiantes muy selectos, y están casi en el nivel de doctorado. La primera vez que llevé a un grupo de estudiantes a mirar por un telescopio, una chica sueca muy inteligente casi se echa a llorar de emoción: estaba impactada tremendamente porque ya no era solamente hacer cálculos, aceptar unas imágenes electrónicas en la pantalla. Era ver una realidad hermosa y darse cuenta de que estaba viendo esa luz que llegaba a su ojo desde ese astro y que podía ella gozar de esa visión. Además de todo lo que fuese de valor científico, era una cosa hermosa e impactante.
¿Qué le toca hacer a las universidades en este sentido?
La formación que ofrece toda universidad debe ser más que simplemente la preparación técnica, debe ayudar a que el estudiante vea que la realidad es muy hermosa y vale la pena conocerla lo más posible..