Fallece Pepe Bellvis. Sacerdote de la Curia Diocesana de Valencia
Me acaban de anunciar la muerte de D. José Bellvis, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia. Una noticia esperada -dada su enfermedad- pero que nunca me hubiera gustado que se materializara. Esta es una de las veces en mi vida que mas me cuesta escribir, pero que necesito expresar lo que supone la desaparición de “Pepito” para todos sus paisanos, entre los que me cuento y para sus condiscipulos sacerdotes.
En estos momentos, mi imaginación y mi pensamiento, necesariamente vuelan a mi infancia. En ese pequeño rincón de la Comunidad Valenciana, Vallada, nació Pepe Bellvis. Cada vez que alguien preguntaba por nuestro pueblo había que añadir, “cerca de Játiva” para que la gente más o menos se enterara de donde éramos. Pepe Bellvis, de origen humilde, sus padres personas sencillas del pueblo, y de una familia muy conocida por parte de madre: “les bunyoles”. Su padre, el tío Pepe, un hombre del campo, habituado a bregar con las alegrías y los sinsabores de la tierra. Hombre callado, pero con la sabiduría de la vida.
Su madre, la tía Isabeleta, la “buñola”, así la conocíamos -en los pueblos es el apodo el que nos identifica- nos preparaba, después de la misa unos almuerzos impresionantes. Todavía recuerdo aquellas aceitunas, que adobaba ella misma, y que a D. Antonio, el cura y a nosotros nos chiflaban. Una mujer abierta y cercana. Una familia muy religiosa, con buenas raíces cristianas.
Pepe Bellvis correteó por aquellas calles, que, en aquellos años eran todavía de tierra, y acudía a la fuente, de San Bartolomé, la más cercana a sus casa, para llenar el cántaro o el botijo, seguro que protestaría como muchos de nosotros, porque había que hacer cola. Al salir de la escuela nos íbamos a corretear y jugar al fútbol en la zona de las eras, hasta la llegada de los pastores, que se cabreaban si la pelota asustaba al ganado. Pepe era de la generación que hemos visto los últimos rebaños en nuestras tierras. Nació en la calle de la Virgen del Carmen, detrás de la Iglesia parroquial de San Bartolomé. Cada vez que pasamos por esa callejuela, la imagen de la Virgen nos mira y nos acompaña un tramo. Seguro que le servirá de guía en estos momentos.
En la escuela nos encontrábamos cada día, primero en las escuelas viejas, en el “carrer Campanar”, hoy museo local. Allí, cada mañana, tomábamos la leche en polvo americana y acudíamos con nuestro vasito con un poco de “colacao”. Los chavales nos agolpábamos en torno a una olla grande, y bromeábamos con alguna gamberrada. Luego, al poco tiempo, pasamos a las escuelas nuevas, y pudimos corretear por aquel campo de fútbol, que nos parecía el paraíso. En esas escuelas aprendimos los primeros conocimientos de mano de algunos maestros que han quedado en el recuerdo: D. Julián, D. Enrique, y alguno más que no me vienen a la memoria en estos momentos. Y D. Manuel, paisano, que nos contaba aquellas historias sagradas de la Biblia, que tanto nos gustaban a los niños, y que probablemente han estado a la base de la vocación de Pepe Bellvis y de alguno más. En nuestro imaginario infantil adquiría vida aquel pastor que se convirtió en el rey David, o la fuerza de Sansón...y los evangelios. Era un buen estudiante e inteligente. Al poco del traslado a estas escuelas, Pepe Bellvis ya se marchó al Seminario en donde continuó sus estudios.
En el pueblo, en aquellos momentos, el cura era, D. Constantino Morant, sin embargo la muerte le sorprendió bastante pronto. D. Antoni Sancho le sustituyó, y le tocó acompañar a Pepe y otras vocaciones de paisanos durante sus años de párroco. En esa etapa tuvimos mucho contacto, nos veíamos con frecuencia durante las vacaciones en el pueblo, al que Pepe era muy asiduo y fiel a sus amigos.
Pepe Bellvis terminó sus estudios de filosofía y teología en la Facultad de Teología san Vicente Ferrer de Valencia. Residía durante este período en el Seminario del Corpus Christi. Su paso por la Facultad fue académicamente excelente. Sus primeros destinos pastorales fueron como vicario parroquial de San Nicolás en Requena, y párroco de sus pedanías de Los Ruices, Los Isidros así como encargado de la ermita de la Virgen de la Candelaria, en la aldea requenense de los Cojos. En esas parroquias se sintió muy a gusto según nos contaba entonces, ya que eran una evocación de sus raíces profundas. El se sentía orgullosamente de pueblo en esos pueblecitos.
En 1985 marchó a Roma para ampliación de estudios de Derecho Canónico por la Universidad Gregoriana de Roma y en 1988 fue nombrado en Valencia vicario parroquial de San Pascual Bailón y Defensor del Vínculo, en los Tribunales Eclesiásticos.
En Roma de manera brillante terminó el Doctorado en Derecho Canónico. De regreso se incorporó a tareas diocesanas siempre en el ámbito del derecho. Tuvo varias responsabilidades, desde las que sirvió a la Iglesia Diocesana con generosidad y competencia. Juez de tribunales eclesiásticos. Actualmente Vice-Secretario para los asuntos jurídicos canónicos.
En la Universidad de Valencia realizó también estudios de derecho civil, ejerciendo también como abogado, particularmente en procesos matrimoniales.
Pepe Bellvis era un hombre absolutamente libre. Era una de las características más notables de su personalidad. No se sentía condicionado por muchas de las cosas que la mayoría de la gente acepta. Tampoco la ambición por hacer carrera eclesiástica estaba en su pensamiento. Era un hombre sencillo, que nunca miraba con altanería a nadie. No le costaba ponerse al nivel de la gente sencilla, porque así era él...
Y, sin duda, era un hombre de amistades. Todavía su “pandilla” de adolescentes en Vallada está viva, y cada vez que visitaba el pueblo aprovechaba para encontrarse con ellos. La sonrisa y el chascarrillo estaban siempre en su boca. Nunca rehuía el debate, pero era muy firme en sus posiciones. Sin duda, para ellos será una perdida muy dolorosa.
En sus distintas tareas pastorales rezuma cercanía y fraternidad. Su puerta estaba siempre abierta para todos. Un amigo común me hablaba de la cantidad de gente a la que recibía para darles consejo, no solo en el ámbito jurídico, sino también en temas espirituales.
Una vida fecunda al servicio de la Iglesia y de los hombres, en un ámbito muy particular el del derecho, pero al que el sabía ponerle el humor y la socarronería valencianas.