Recientemente leí una entrevista en esta revista (Cresol núm 159, pág 12-15) que me llamó profundamente la atención porque habla de dos cuestiones que en algún momento de mi vida las sentí enfrentadas y hube de decidir por una de ellas. Aún así, la curiosidad me llevó a leer detenidamente los argumentos que se daban en dicha entrevista, dirigidos en cierta forma a explicar la necesaria presencia de un grupo de cristianos en el seno del Partido Socialista Obrero Español.
Personalmente me alegra leer sobre quienes se autodenominan Cristianos Socialistas, porque estoy convencido de la importancia de estar presentes en la vida pública con las convicciones que da la fe, concretadas estas en la Doctrina Social de la Iglesia. Soy consciente que en política debemos aceptar el principio del bien posible, y que esta aceptación debe estar formulada siempre desde el deber de acrecentar dicho bien.
Afortunadamente para quienes nos decimos cristianos, vivimos en el seno de una corriente histórica con una gran riqueza en el sentido más amplio que la palabra pueda permitir, y por ello podemos citar a grandes pensadores, como san Agustín. El obispo de Hipona decía por aquel entonces que de dos maneras ataca el mundo a los seguidores de Cristo: por un lado los halaga para seducirlos, pero por otro lado los atemoriza para doblegarlos y, si me permiten la osadía de afirmar junto a estas palabras las mías propias: hoy, el mayor drama en el seno de la Iglesia, es sucumbir a la seducción y al halago con que el mundo, y especialmente el mundo de la política institucional, pretende seducir a los cristianos.
En la entrevista a la que me refiero se puede leer una cierta propuesta para tender puentes desde la política hacia el mundo cristiano, realizando una oferta “de colaboración con todas las Iglesias cristianas para trabajar por el bien común”, sin embargo, en la vida a diario es fácil contemplar el ataque frontal y sin cuartel que sufren las instituciones eclesiales, incluso la misma Iglesia. La agresión sin límites hacia la familia, entendida como iglesia doméstica, sólo puede ser explicada desde una concepción neocapitalista que en nuestro país hoy día se viste bajo la apariencia de una opción progresista.
Afirmar que “la socialdemocracia es la mejor ideología que permite que la Doctrina Social de la Iglesia pueda darse en la sociedad actual” es cuando menos pretencioso, pero en cierta manera es entendible sólo en el supuesto de haber rebajado hasta el límite de lo insospechado el propio magisterio de la Iglesia. Aceptar el principio del bien posible no significa que debamos admitir aquel mal que puede ser percibido con claridad.
El Ingreso Mínimo Vital o la Renta Básica son conceptos que el gobierno PSOE-Unidas Podemos ha puesto de moda en los últimos años y, en cierta manera, me llama la atención que en reiteradas ocasiones en la entrevista a la que me refiero se mencione el derecho a un salario digno creando cierta confusión porque no se habla con claridad del derecho humano fundamental de un trabajo digno, perfectamente recogido en la encíclica Laborem Excercens. No se trata pues de una limosna justa, se trata del reparto del empleo, se trata de trabajo digno para todas las personas y se trata de entender que el trabajo nos dignifica.
La entrevista termina con alusión a uno de los principios morales básicos para un cristiano que es el valor de la vida. Esta es una cuestión que no admite discusión alguna, bajo ningún concepto, bajo ninguna forma posible. Aceptar el asesinato o el homicidio, ya sea a través del aborto, la eutanasia, o de la pena de muerte es simple y llanamente inadmisible. Como igual de inadmisible es que mueran en nuestras costas personas que huyen del hambre y la guerra.
Hablar con honestidad en política significa que no se puede estar a favor de la vida y al mismo tiempo promover leyes en su contra. Que Cristianos Socialistas pretenda justificar su presencia en el PSOE por haber conseguido el derecho a la objeción de conciencia para el personal sanitario es sencillamente una manipulación, amén de que dicho derecho está recogido en nuestra carta magna.
Termino con una palabras de otro gran maestro, cristiano, político y mártir: santo Tomás Moro. Fueron las palabras que escribió a su hija desde la prisión, antes de su martirio. Ojalá estas sean referente para quienes nos sentimos llamados a la vida pública:
“Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor”.
“Aunque estoy convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia”.
En nuestra opinión ni la "pública" ni la "concertada" ponen al alumno por encima de sus intereses. En ambos casos intereses económicos e ideológicos. Poco de "educarnos juntos", poco de colaboración y poco de "dejar brotar" las inmensas cualidades de los chicos. Las pocas excepciones son tan admirables, personas o grupos, normalmente poco conocidos, que hacen recordar a Sócrates, a Freire o a Milani.
La "pública" no tiene interés real por los alumnos. Si realmente fuera "pública" no descansaría hasta servir a todos. Interés real no tiene ni por todo el personal que trabaja en los centros. Si en la pública hubiera realmente preocupación por todos no habrían aceptado que se subcontratara la limpieza y que -por tanto- sean trabajadores de segunda hasta en las mascarillas. No he visto marea verde que reclame recortar las diferencias salariales con el personal no docente.
La concertada "ni te cuento". Más de lo mismo. Habla del "derecho de los padres" a ir aquí o allá olvidando que no todos los padres pueden llevar a los niños lejos de su casa y que mucho más de medio mundo no tiene a mano dos tipos de colegio. Pueden ser ingenieros pero los padres de la concertada no se plantean ni el caos circulatorio que se originaría si cada cual eligiera un centro escolar lejano a casa; ni el gasto antiecológico.
Ya lo dijo alguien: "Los enseñantes -que no es lo mismo que educadores- no van donde está la ignorancia sino las perras". Y el problema a mi juicio, es que la cosa está tan corrompida que ya no se nota el mal olor y no se dialoga del problema. Si se dialogara creo que se encontraría la solución porque buena voluntad y buenos profesionales hay a raudales tanto en la "pública" como en la "concertada", pero están agazapados, les han comido la moral.
Ahora más que nunca: Autogestión
He leído la entrevista realizada a Julián Lucas Muñoz (Cresol núm 159, pág 12-15), titulada “Reptes per al socialisme” donde se hace una defensa cerrada de la social democracia como el sistema más coherente con la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Una vez abandonado el marxismo como ideología se asume la “economía de mercado junto con la distribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades a través de la educación”.
Naturalmente cada uno puede tener sus ideas y tratar de difundirlas, si se lo permiten. Claro que también es muy fácil hacer leña del árbol caído, en este caso del marxismo. Desde la Iglesia siempre se ha recriminado al marxismo su materialismo y su crítica de la religión y más particularmente de la propiedad privada.
Se olvida con frecuencia que nuestra fe está fundamentada en la resurrección de un cuerpo y que por ello el objeto de nuestra fe es algo tan material como un cuerpo, aunque Pablo lo convierta en cuerpo espiritual, lo que no deja de ser una manera de hablar sobre la base de nuestra ignorancia, ya que no tenemos idea de lo que es eso de cuerpo espiritual.
Conozco pocas personas, si las hay, que hayan abandonado (dolorosas defecciones) la práctica de la religión y hayan renegado de su pertenencia a la Iglesia a causa de alguna doctrina filosófica o política, por muy materialista que esta sea. Sin embargo, conozco a muchas otras que han tomado tales opciones a la vista del comportamiento de muchos que nos presentamos como cristianos. Incidentalmente, el protagonista de la novela Diario de un cura rural dice: “Si algún día tengo la desgracia de ser infiel a mis votos (se refería a sus votos como ministro ordenado del sacerdocio), me gustaría que fuera por el amor a una mujer, antes que a causa de cualquier doctrina filosófica”.
Por lo demás, por mucho que se alegue lo contrario como hacen muchos de sus secuaces, Marx no se manifiesta ateo ni critica a la religión por principio, sino que establece un criterio de discernimiento respecto a la religión. Dice algo extraño para nuestras ideas preconcebidas: Dios se hizo ser humano (lo cual dicho sea de paso, es lo que confesamos, al menos verbalmente, en la Iglesia). No lo dice, claro está, en un sentido religioso sino más bien antropológico. También dice lo que hace esa manera de ser humano: echar por tierra todas las relaciones económicas y sociales en las cual “el ser humano es humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado” (1). Su propuesta es: El ser humano es el ser supremo para el ser humano. En un segundo momento, Marx trasforma la crítica a las formas religiosas que van contra el hombre en su crítica al fetichismo. Deja de hablar de dioses celestes para centrarse en los terrestres, específicamente se centra en el fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital. Ahora esos fetiches han suplantado a los dioses, incluyendo al Dios verdadero, lo que alude, conscientemente o no, a la alternativa evangélica de que no se puede servir a Dios y al dinero. Sigue sin verse el ateísmo por ninguna parte.
¿Qué decir del mercado? El mercado es la institución burguesa por excelencia y la burguesía ha sido la gran triunfadora de las revoluciones que han tenido lugar entre los siglos XVII y XIX. Que en el mercado se produzca una justa distribución de la riqueza es algo que está por ver. Ciertamente, en el mercado se tolera todo, apetencias, deseos y opiniones de todo tipo, siempre y cuando no se critique el propio mercado. En efecto, la supuesta tolerancia del mercado con relación al proceso de elección está basada en la homogeneización de todas las mercancías, incluidas la vida, el trabajo y el cuerpo de las personas, hombre y mujeres, bajo el epígrafe de su valor de cambio. Un valor de cambio que acaba traduciéndose en valor monetario. Todo es lo mismo: valor monetario y por tanto todo vale, mientras no se toque la propia institución mercantil. Por supuesto la vida humana y las necesidades asociadas a su mantenimiento, brillan por su ausencia. Una ausencia, que no es la nada, sino que es el sacramento (más bien el sacramental) de una presencia que clama por manifestarse. Otro problema que aparece en el contexto de lo que estamos hablando es el de la propiedad. El derecho absoluto a la propiedad y el cumplimiento de los contratos (léase pago de las hipotecas) son dos de los pilares que sostienen el mercado. El tercero es la codicia, por supuesto. En la DSI siempre se ha defendido el derecho de propiedad. Sin embargo no existe un derecho reconocido por la Iglesia que haya sufrido mayor reducción. Su volumen y campo de aplicación ha ido disminuyendo drásticamente en los sucesivos documentos de la DSI hasta proporciones verdaderamente alarmantes para los poseedores. El santo papa Juan Pablo II, concluye el sepelio del derecho de propiedad cuando exclama: “Sobre las propiedades de los ricos pesa una hipoteca social, tal es el arriendo que deben de pagar por el usufructo de la propiedad divina y común” (2). O sea que todo es de Dios y si lo ha dejado a los hombres es para el disfrute de todos, no de unos cuantos. En tales condiciones no es extraño que los únicos que citen al papa en sus discursos sean esos (peligrosos miembros de la extrema izquierda) que militan en UP.
Respecto de la humildad y cercanía de los dirigentes del PSOE, más vale no hablar. Como nos decía a los de la HOAC, y que vale también para el PSOE, un cura amiguete mío y muy conservador: Vosotros lo que necesitáis es unos buenos ejercicios espirituales. Imagino que pensaba darlos él. Creo que está en el cielo donde se habrá enterado, lo mismo que nosotros cuando nos llegue la hora, de lo que vale un peine, que se dice. Con relación a Karl Barth, prefiero no hablar mucho a pesar de su admirable comentario a la Carta a los romanos (que curiosamente no contiene ninguna cita por lo que presenta el carácter de una confesión personal). Su vida íntima, que dice tanto sobre su persona como sus profundos escritos, dividida entre la consentidora de su mujer y su amante secretaria es un motivo de reflexión sobre la esquizofrenia de las personas.
Personalmente, confieso que estoy de acuerdo con Mt. 19, 11: “No todos pueden con eso” (según Meyer, son palabras genuinas de Jesús).
Este es un escrito de circunstancias y como tal hay que entenderlo. Trata de aproximarse a lo que sería una declaración confesante, cosa muy ajena al esteticismo. Finalmente aclarar que lo poco que se de marxismo lo aprendí de un santo y sabio sacerdote llamado Tomás Malagón que al mismo tiempo que te instruía en las doctrinas marxistas, te vacunaba (como lo que ahora se impone) contra los excesos tanto teóricos como prácticos de dichas doctrinas. Incidentalmente, aunque fue reiteradamente invitado a hacerlo, nunca se afilió al partido comunista. Yo tampoco.
(1) Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844). Citado por E. Fromm en Marx y su concepto del hombre p.230 FCE, México, (1964).
(2) Discurso de apertura de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (28-1-79). Ver también Solicitudo rei socialis (SRS42) y Centesimus annus (CA30c). (No cito a Francisco para que no me llamen extremista).