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Según algunas de las conclusiones del octavo Informe sobre Exclusión Social y Pobreza, de la Fundación FOESSA, la exclusión social se enquista entre los jóvenes y las familias con niños.
La economía española se recupera de la crisis, pero no todos los bolsillos lo notan. Las dificultades se ceban con quienes tienen de 18 a 24 años. Su tasa de exclusión social alcanzó el 22,6% el año pasado, frente al 14,2% de 2007.
Si bien los jóvenes han superado el peor bache de la crisis, alcanzado en 2013, cuando la tasa de exclusión se disparó hasta el 31,3%, los datos siguen alarmando a los investigadores: muchos niños, niñas y jóvenes, aunque se esfuercen, no van a tener opción de conseguir empleo o una vivienda digna.
Y una de las consecuencias de esta situación es la denominada “fuga de cerebros”, “fuga de talentos” o “migración altamente cualificada” (MAC), que es la emigración de profesionales y científicos que en su país de origen han alcanzado una formación académica universitaria, pero se ven forzados a marchar a otras naciones, puesto que en su país natal hay una falta de oportunidades de desarrollo de sus áreas de investigación, ya sea por motivos económicos o por conflictos políticos. Y, generalmente, esta emigración es sin regreso.
Si bien este fenómeno de la “migración altamente cualificada” se acentúa en países en desarrollo, en muchas ocasiones se da también entre países industrialmente desarrollados, debido a diferencias salariales o impositivas entre su país de origen y el país al que emigran.
JUZGAR:
El Papa Francisco, en su exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, se refiere a la relación de los jóvenes con el mundo del trabajo: “La juventud, llegada la mayoría de edad, a menudo marca la entrada de una persona en el mundo del trabajo. `¿Qué haces para vivir?´ es un tema constante de conversación, porque el trabajo es una parte muy importante de sus vidas. El trabajo define e influye en la identidad y el autoconcepto de un adulto joven y es un lugar fundamental donde se desarrollan amistades y otras relaciones porque generalmente no se trabaja solo. Hombres y mujeres jóvenes hablan del trabajo como cumplimiento de una función y como algo que proporciona un sentido” (268).
Sin embargo, no todos los jóvenes pueden tener esta experiencia del trabajo, como también señala el Papa en el número 270. Y apunta también las fatales consecuencias de la emigración por la falta de trabajo en sus países natales en el número 93.
Ante esta realidad, el Papa Francisco nos pide, en la oración universal de este mes de diciembre, rezar “Para que cada país decida tomar las medidas necesarias para hacer del porvenir de los más jóvenes una prioridad, sobre todo el de aquellos que están sufriendo”.
No es de extrañar que el Papa haga esta petición, puesto que, como él dice, “no podemos decir sólo que los jóvenes son el futuro del mundo. Son el presente, lo están enriqueciendo con su aporte. Un joven ya no es un niño, está en un momento de la vida en que comienza a tomar distintas responsabilidades, participando con los adultos en el desarrollo de la familia, de la sociedad, de la Iglesia” (64).
Pero como vemos en el informe FOESSA, los jóvenes cada vez lo tienen más difícil, hasta el punto de que, como decíamos al principio, muchos, aunque se esfuercen, no van a tener opción de conseguir empleo o una vivienda digna. Por eso el Papa pide a los países que hagan todo lo necesario, todos los esfuerzos, lo posible y lo imposible para que el porvenir de los jóvenes sea una prioridad.
Y se deben tomar las medidas necesarias porque las consecuencias inmediatas son que los jóvenes quedan en situación de sufrimiento y vulnerabilidad, pues están desestructurados y rotos, sobre todo por no ver el futuro con esperanza.
Aunque en un primer momento podría parecer claro el camino a seguir, lo cierto es que no lo es tanto: “Es una cuestión muy delicada que la política debe considerar como un tema de primer orden, particularmente hoy que la velocidad de los desarrollos tecnológicos, junto con la obsesión por reducir los costos laborales, puede llevar rápidamente a reemplazar innumerables puestos de trabajo por máquinas. Y se trata de un asunto fundamental de la sociedad porque el trabajo para un joven no es sencillamente una tarea orientada a conseguir ingresos. Es expresión de la dignidad.
humana, es camino de maduración y de inserción social, es un estímulo constante para crecer en responsabilidad y en creatividad, es una protección frente a la tendencia al individualismo y a la comodidad, y es también dar gloria a Dios con el desarrollo de las propias capacidades” (271).
Es verdad que se están realizando iniciativas en esta línea, aunque a menudo resulten desconocidas para el gran público, como por ejemplo las llevadas a cabo por el Instituto de la Juventud, mediante el Plan de choque por el empleo joven 2019-21, para que todas las personas jóvenes en España tengan una oportunidad de formación, de empleo y de trabajo digno.
Entre las medidas adoptadas están las de establecer un marco laboral de calidad en el empleo y la dignidad en el trabajo, incrementar su cualificación, luchar contra el desánimo de aquellos que no buscan empleo porque creen que no lo van a encontrar y prestar una especial atención a colectivos especialmente vulnerables.
ACTUAR:
Como Iglesia, debemos estar informados acerca de estas y otras iniciativas y apoyarlas, porque, ya provengan de estamentos civiles o eclesiales, contribuyen a hacer realidad lo que el Papa nos pide en este mes de diciembre. Pero también, como Iglesia, no podemos olvidarnos de lo que el Papa Benedicto XVI indicó en su Mensaje para la Cuaresma de 2006: “Como decía a menudo la beata Teresa de Calcuta: `la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo´. Por esto es preciso ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo: sin esta perspectiva, no se construye una civilización sobre bases sólidas”.
La oración que el Papa nos pide incluye también tomar las medidas necesarias para que los jóvenes, sobre todo aquéllos que están sufriendo, descubran que su porvenir está en Cristo. Y aquí entra todo lo referente a la evangelización de los jóvenes, que como dice nuestro Arzobispo D. Antonio Cañizares, en su carta pastoral ¡Levantaos, vamos!, es una cuestión principal y urgente: “Hay una juventud difícil, pero también hay una juventud buena, que reclama ser comprendidos, queridos como son, que se tenga confianza en ellos, que no se les rechace, buscan a Dios, este mundo no les llena, son frágiles a veces pero saben que tienen un corazón grande y abierto a Jesucristo. Hay también una porción amplia de juventud que, en efecto, está alejada y vive inmersa y como dominada por una cultura y una mentalidad que les va vaciando por dentro. Muchas veces no sabemos cómo actuar; pero sí somos conscientes que es necesario actuar y propiciar una pastoral evangelizadora y educativa adecuada a ellos. No cabe ninguna postura derrotista” (65).
Cada uno, individualmente, como miembro de la Iglesia y como miembro de la sociedad, deberemos discernir qué medidas hemos de adoptar, y de qué tipo, para trabajar por el porvenir de los jóvenes. No hay “recetas” porque como indica el Papa: “La juventud no es algo que se pueda analizar en abstracto. En realidad, “la juventud” no existe, existen los jóvenes con sus vidas concretas. En el mundo actual, lleno de progresos, muchas de esas vidas están expuestas al sufrimiento y a la manipulación” (71).
Tampoco el éxito está asegurado, pero como lo que nosotros no hagamos quedará eternamente por hacer, trabajemos material y espiritualmente para que los jóvenes descubran a Cristo, porque entonces encontrarán el camino de su porvenir en Él, para que sean cuales sean sus circunstancias personales o laborales, lleguen a vivir lo que el Papa indica: “No siempre un joven tiene la posibilidad de decidir a qué va a dedicar sus esfuerzos, en qué tareas va a desplegar sus energías y su capacidad de innovar. Porque además de los propios deseos, y aún más allá de las propias capacidades y del discernimiento que uno realice, están los duros límites de la realidad. Es verdad que no puedes vivir sin trabajar y que a veces tienes que aceptar lo que encuentres, pero nunca renuncies a tus sueños, nunca entierres definitivamente una vocación, nunca te des por vencido” (272).