CRONIQUES

CRÒNIQUES Solidaritat

“Jamás caer en la tentación de pensar que es normal, que la vida es así, que no se puede hacer nada”

Ignacio María Fernández, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca. Consiliario de la Comisión justicia y paz de Madrid. Compartió el grito de los pobres como ponente en la mañana del 17 de febrero, en la Jornada formativa para sacerdotes organizada por Caritas diocesana de Valencia, en el Colegio mayor santo Tomás de Villanueva.

- Ignacio María, su voz quiso ser interpelante… ¿nos podría resumir brevemente en este lugar, el grito de los pobres?

El grito de los pobres es la banda sonora de la cruz de Cristo; la voz desgarrada de Cristo que sigue crucificado en el sufrimiento de todos los excluidos, marginados y empobrecidos que no pueden acceder a unos medios de vida que les permitan sacar adelante su proyecto de realización personal. Es el signo de que el proyecto de Cristo, el reino de Dios y su justicia, han sido relegados por la idolatría del consumismo y las ideologías que niegan la dignidad humana. Es la manifestación de una humanidad que “fabrica” personas desvinculadas de sí mismas, de Dios, de los demás y de la creación.


- Vidas temporeras en una fábrica en ruinas a las afueras de valencia… ¿qué podemos hacer?

Ante todo no dejar que la indiferencia nos coma. Jamás caer en la tentación de pensar que es normal, que la vida es así, que no se puede hacer nada.


somos creyentes y, en cuanto pertenecientes a una comunidad política, ciudadanos. ¡¡ Vivamos nuestra ciudadanía evangélicamente!! En todas las áreas de la vida estamos llamados a vivir las exigencias éticas que brotan de nuestra fe en la encarnación, que quedan muy bien expresadas en aquello que decía Ellacuría: cargar, hacerse cargo y encargarse de la realidad.


Todos los bautizados hemos sido configurados como miembros de Cristo profeta. El profetismo exige denuncia y anuncio, y para hacer esto es imprescindible la lectura creyente de la realidad, la formación en doctrina social de la iglesia, la pertenencia robusta a comunidades eclesiales que respalden y envíen como obreros de la mies a los que son llamados por el Señor a la pastoral social.


Y, como ciudadanos, un ejercicio de nuestra ciudadanía comprometido y responsable. Es fundamental que participemos en el tercer sector, en el asociacionismo civil. Políticamente, con un ejercicio de nuestros deberes y derechos democráticos inspirado, iluminado e implementado por la opción por los pobres que, como dijo Benedicto XVI, forma parte implícita de nuestra fe cristológica. Debemos de recordar continúamente a nuestros representantes públicos y a las autoridades civiles que, y así lo marca la constitución, los poderes públicos son los primeros responsables del bienestar social, sin que esto suponga lavarnos las manos de nuestras propias responsabilidades.


- ¿Y con algunos de los edificios cerrados que tenemos los religiosos/as? ¿y con los locales parroquiales infrautilizados (casas abadías, etc.)?

Todo lo que tiene la iglesia debe de estar al servicio del bien común y de los pobres. pero, parafraseando a san Vicente de Paúl, con criterio, con cabeza.


- Es necesario escuchar el grito de los pobres, y ayudarlos. ¿Cómo ellos nos pueden ayudar a sanar nuestras heridas?

Desde su sufrimiento y carencias poniendo al descubierto nuestra sobreabundancia, nuestro egoísmo, nuestra inhumanidad. En los pobres hay un reservorio de humanidad que necesitamos aquellos a los que nos sobran muchas cosas para descubrir nuestra propia humanidad.


- ¿Cómo ha de ser una relación de igualdad y empatía, con los pobres?

Dejando de hablar de los pobres como si fueran objetos. Poniéndoles nombre y rostro. Asumiendo que son nuestros hermanos.


- Cuando tu hablabas de la transversalidad de los pobres en todas nuestras acciones eclesiales, me acordaba que en días pasados participaba en un congreso eclesial y en toda la mañana no se nombraban para nada a los pobres. ¿Seguimos organizando la pastoral con compartimentos estancos?

Tristemente así es. Y las consecuencias nos empobrecen a todos.


- Surgió una pregunta en la Jornada, sobre la doctrina social de la Iglesia. Y nos hablabas de retomarla con nuevos impulsos cristianos, no platónicos. ¿Qué nos urges encarnar para una sociedad abierta?

Señaló Benedicto XVI que la crisis actual es antropológica. La Iglesia debe anunciar la visión cristiana del hombre. Superar los dualismos, reduccionismos, materialismos y relativismos contemporáneos que están reduciendo al ser humano a un pelele esclavo de pasiones e ideologías. Solo habrá una sociedad nueva si hay hombres nuevos.


- El querido y recordado card. Carlos María Martini presentaba a los sacerdotes un “día tipo” en la vida de Jesús, priorizando su dedicación a los enfermos y a los pobres. Después hablaba de la predicación (segunda prioridad), de la oración (tercera prioridad), de la convivencia (cuarta prioridad) y de la amistad (quinta prioridad). ¿Compartes esta forma de vida sacerdotal, apostólica?

Plenamente. Aunque los distintos carismas y ministerios nos llevaran a vivir esas 5 prioridades de maneras diversas. La clave es que la Iglesia, como comunidad de todos los bautizados, viva, celebre y comparta la vida nueva que surge de ellas, que es Cristo.


- Otra intervención del coloquio en la Jornada suya de formación fue sobre la aporofobia, palabra creada por la profesora Adela Cortina: pobres y odiados, ricos y alabados. ¿Cómo avanzar en la compasión -hacia ricos y pobres- en un mundo injusto?

Como creyente, diría que cuidando la experiencia mística, que ha de reflejarse en una vida teologal que nos haga vivir desde la buena noticia, que es descubrir a Cristo como modelo de la verdadera humanidad, y asumir la misión de construir el reino. Es vital en este punto volver a recuperar la profunda unidad que hay entre vida moral y vida espiritual. Sin esto, nuestra mirada a los hombres nunca será la mirada de Cristo.


- ¿Estamos dando pasos decididos los sacerdotes para avanzar en una iglesia pobre, de los pobres y para los pobres?

Tristemente estamos a años luz de eso. Pero no sólo los sacerdotes, toda la Iglesia en su conjunto, aunque siempre hay que ser muy prudente en estas afirmaciones, pues todas las generalizaciones suponen injusticias.


- La mayor parte del listado de las inmatriculaciones está bien realizado… y ha habido mucha ofensa a la iglesia. Pero, viene a mi mente cuándo oigo hablar del tema de los bienes de la iglesia que san Pedro no tenía nada. ¿Comparte?

Es obvio que lo que en justicia pertenezca a la Iglesia, de la Iglesia es. Y si se ha reclamado cualquier bien que no nos corresponda, devuélvase a sus legítimos dueños.


Lo de san Pedro es pura demagogia. Si Pedro pescaba, tenía barcas; Judas custodiaba la bolsa de lo que tenían en común Jesús y los apostóles... y los que hemos sido párrocos, sabemos que llegan los recibos del agua, la luz, el gas, el teléfono, … La Iglesia debe de aplicarse a si misma lo que decía santo Tomás de Aquino respecto a los bienes: nada de bienes superfluos, poseer los bienes adecuados para la legítima subsistencia y tener los bienes propios que garantizan que podamos ejercer nuestra misión, que queda muy bien definida en unas palabras del cardenal G. I. Müller: “la Iglesia como comunión de los creyentes sirve a la humanidad con la palabra de Dios, con el ofrecimiento sacramental de su salvación creadora de vida y con la demostración de la pro-existencia (el existir para los otros) de Jesucristo en la diaconía de los pobres, los desvalidos y los hombres que han sido burlados en cuanto a su dignidad y sus derechos”. Añado yo que siempre con la regla de la austeridad, que es semilla de libertad evangélica.


- No basta hablar de los pobres, hay que activar acciones en favor de los pobres. ¿Qué es lo que más nos urge empujar a los sacerdotes del s XXI?

La lucha en favor de la dignidad humana y los derechos humanos. Trabajar en favor del desarrollo integral del hombre como señala Populorum Progressio 22. Los curas estamos llamados a ser constructores de comunidades al servicio de la liberación integral del hombre anunciada por Jesucristo.

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