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FIGURES AMISTAT SACERDOTAL

Vicente Amargós Cerezo: una vida sacerdotal al servicio de los excluidos (1929-2001)

Antonio Duato (Valencia)

Lo que más impresiona al recordar la vida, recientemente consumada a los 91 años, de Vicente Amargós, es la coherencia total de toda ella al ideal concreto que dirigió absolutamente todas las decisiones y actividades: el servicio sacerdotal al mundo obrero, sobre todo a “cada joven trabajador y cada joven trabajadora”, como siempre decía Cardijn. Yo coincidí con él en puntuales pero significativas ocasiones. A partir de mi memoria y de sus pocos, pero preciosos testimonios escritos, quiero sintetizar su vida para que conste en la memoria colectiva diocesana que se va atesorando en Cresol.



La Font Roja, verano de 1953


Hace casi 70 años. Mi primer contacto con Amargós. Pepe Vila, que saca la foto, acaba de ser ordenado de sacerdote. Vicente de subdiácono. Él está a derecha de don Joaquín (creo) que es quien cedía su casa para este Primer Cursillo de la JOC, considerado como el inicio oficial del movimiento en la diócesis. Los jóvenes aprendices vienen de Valencia (Escuelas de aprendices de Macosa y Astilleros).


En esa época Vicente ya había entrado en contacto con monseñor Cardijn y la JOC, viajando a Bélgica, y trabajaba en contacto con Vila para la difusión de la JOC en la diócesis y del Grupo de Jesús Obrero en el Seminario. Tareas nada fáciles, a contracorriente, como a contracorriente iba la introducción de los curas obreros, impulsada en Valencia por el sacerdote francés Azcón y el valenciano Pascual, con quienes también había contactado Vicente. Estos dos movimientos (la Juventud Obrera Cristiana y los curas obreros), junto posteriormente el de parroquias en barrios obreros (Jesús Obrero, El barrio del Cristo, La,…) fueron los cauces por el que se fue desarrollando su misión. Pero ¿cómo comenzó esta apasionada vocación que marcó su vida? Él mismo lo cuenta en una entrevista que forma parte del libro De la Misa al tajo (https://puv.uv.es/libro/de-la-misa-al-tajo.html), que publicó la Universidad de València en 2008, junto a otras quince entrevistas a curas obreros de Valencia.



Una visita de seminaristas, con beca azul, a los Altos Hornos de Puerto de Sagunto


No fue su primer contacto con la dureza del trabajo manual. Describe en esa entrevista cómo se sulfataba en Benicull, todos los naranjos: Era un trabajo muy pesado y peligroso por su toxicidad. Recuerdo haber ido con mi madre a más de un huerto, para llevarle la cena, ya entrada la noche. Son imágenes que hoy reconozco vivas dentro de mí y me producen una ternura indecible.


Aunque su padre era anticlerical, solo por cariño aceptó que fuera al seminario. Vicente recuerda una escena del 39 y una conversación con su padre en 1945, poco antes de que muriera en 1946: “De pronto por el camino que venía de Cobera pasó un cura Era el primer cura que veíamos después de la guerra y recuerdo que, al verlo, refiriéndose al cura ensotanado el comentario de mipadre fue este: ‘encara queden panderoles’. Todo eso se me fue quedando grabado. Yo tenía entonces 10 años”.


Más tarde, a sus 16 años, con ocasión de una estampa grande de Pio XII que había conseguido de premio en el seminario su padre quiso hablar seriamente y razonar con él: “fue la primera vez que oí la palabra democracia. Hasta ese momento no lo había oído nunca ni a mi padre ni a nadie. lo que percibí en aquel momento fue que mi padre rechazaba aquello porque la Iglesia y el Papa se oponían a la democracia. Me estuvo hablando de la guerra de Franco. No recuerdo bien, pero la palabra fascismo también la pronunció hablando de Pío XII, pero a pesar de que se oponía y rechazaba a la Iglesia, sentía una gran admiración por mí, me quería y me respetaba”.


El verano siguiente a la muerte de su padre, a sus 17 años, Vicente fue a visitar el campo de arroz de Albalat que tenían en arriendo y se puso a trabajar en él pues estaba en muy mal estado y peligraba la cosecha, más necesaria que nunca para la familia. Cogió una neumonía que le tuve un mes en la cama. Al regresar al seminario, tuvo que explicar al prefecto por qué no había ido a los retiros espirituales. “Me dijo que había hecho mal, que el trabajo manual no era propio de la dignidad sacerdotal… sería una lástima que por eso tuvieras que dejarlo. Esto me llegó muy hondo, me dolió muchísimo, porque ya por entonces yo quería de verdad ser sacerdote. El seminario, la vida de comunidad, la oración, los mismos estudios, todo fue calando dentro de mí, fuí conociendo a la persona de Jesús y experimentando que mi vocación era obra suya. Era el que me estaba llamando cada día. Todo eso, yo lo vivía. ¿Cómo iba a dejarlo? Yo no podía desentenderme de mi casa; sobre todo estando de vacaciones tenía que trabajar”.


La comprensión de lo que era la clase obrera, el mundo obrero, le llegó ese mismo curso en una visita a los Altos Hornos de Puerto de Sagunto. “Íbamos con sotana; con sotana no, con manto encima de la sotana, un manto ancho con una beca azul y una medalla. Con ese uniforme entramos los 50 y tantos del curso en los Altos Hornos. Recuerdo las miradas que nos echaban los obreros y que empecé a sentirme como de otro mundo. Yo me situé pegado a Azcón. Todo lo que iba diciendo fue despertando en mí un interés enorme. En realidad, nos iba contando la historia del mundo obrero, de la clase obrera y es la primera vez que oí decir, desde dentro, desde uno de nosotros, que ese mundo estaba lejos de la Iglesia y que había que ir a él…. Después de esa experiencia, que para mí fue el descubrimiento vivencial de la realidad del mundo obrero, fue naciendo en mí lo que iba a ser mi vocación en el futuro… ¡Cuántas veces me acordaba entonces de mi padre!, ¡Qué bien le entendía entonces!”.



La larga carrera de destinos de un cura desclericalizado


Se suele resumir la vida de un clérigo por la sucesión de nombramientos, se supone que en ascenso, que han ido saliendo en los Boletines del Arzobispado. Salvo error u omisión, estos han sido los de Vicente Amargós, desde los que fue desarrollando en continuidad su encarnación en el mundo obrero y su servicio a la JOC.


1955. Nombrado por el arzobispo Olaechea capellán de la Font Roja en Alcoy y consiliario de la JOC en aquella comarca. Años de estrecha colaboración fraterna y apostólica con Luis Espí, Pepe Vila, Josep Antoni Comes, todo el equipo de consiliarios de la JOC y de los otros movimientos especializados como JARC.


1964. Consiliario Nacional de la JOC en Madrid: “los años más intensos de mi ministerio en la JOC. Tuve que participar en cantidad de reuniones con consiliarios, con militantes, con dirigentes y hasta con obispos… empecé un poco a conocer la Iglesia por dentro, pero también a experimentar dentro de mí el sufrimiento a causa de la Iglesia… empecé a experimentar la tozudez y la incapacidad de los obispos para tener una mirada profética y abrirse con libertad evangélica a la realidad social de nuestro pueblo”.


1970. Vicario de Patriarca San José y párroco de Jesús Obrero, encargo oficial expresamente unido a un equipo de sacerdotes que conjugarían trabajo pastoral con promoción de movimientos laicales y trabajo personal de sacerdotes. Era todo un proyecto, elaborado desde hacía tiempo, que se llamó “Misión Obrera”. Esta experiencia, enlazada con otros proyectos de Misión Obrera en Valencia (jesuitas) y en resto de España, llenó plenamente 15 años de la vida de Vicente, que acabó con una enorme frustración que refleja en su entrevista. Es un texto que creo debe figurar en estas páginas donde conmemoramos su vida de fidelidad:


“Quiero decir que del 70 al 85 hubo muchos cambios. Mi equipo sacerdotal del Grao había experimentado muchas secularizaciones –de los primeros se secularizaron prácticamente casi todos–, hubo que reponer el grupo, hubo nueva secularizaciones y, al final, en el 85, después de una etapa larga de estabilidad, hubo la última secularización y, con esa, todos nos dispersamos y el equipo se deshace. Quiero destacar el sentimiento que nos acompañó durante casi todos esos años. Una noche, en nuestra casa, el obispo nos dijo que nos estimaba y nos respetaba por lo que hacíamos, pero que `eso no era la pastoral de la diócesis´. Y nos dijo más, `para mí vosotros sois como una reserva india´. La expresión nos llegó muy dentro y eso fue creando en todos, también en mí, un sentimiento profundo de desconfianza hacia nuestra Iglesia, incapaz de comprender la realidad del mundo obrero y de abrir nuevos caminos de acercamiento al mismo. Porque llovía sobre mojado: la relación de `Misión Obrera´ con él era ya entonces una experiencia de dolor y frustración para todos. ¡Qué de conflictos!, ¡cuántos frenazos por su parte!... Que cometíamos errores… ¡Claro que los cometíamos! Pero lo estábamos dando todo por la causa de Jesús, precisamente en ese mundo, y lo que esperábamos, como mínimo, de nuestro obispo, era que nos ayudase en nuestra reflexión, en nuestro discernimiento, que animase nuestra entrega y nuestra fidelidad, no que nos echara fuera con esa actitud tajante y se desentendiese de nosotros sin reconocer ningún valor a nuestra presencia y a nuestro trabajo. Y así, de la pérdida de confianza unos pasaron a la secularización. Cada día que pasaba me iba sintiendo más lejos de la estructura general de la diócesis clerical de la diócesis. la diócesis. Nos sé cómo no me secularicé, porque motivos había para decir `aquí tenéis todo´ y plegar. Bueno, sí sé. Fue en esos años cuando sentí más fuerte que nunca la llamada de Jesús y la necesidad de aferrarme a Él. Hablo de mi experiencia personal, un largo recorrido interior acompañado de soledad que, sin sospecharlo por mi parte, me iría preparando y disponiendo para la experiencia más gozosa desde mi ordenación sacerdotal.


Disperso el equipo, me voy al vicario episcopal y le digo: `estoy disponible. En el organigrama figuro como coadjutor de Jesús Obrero, pero quiero que sepas de mi integración en la parroquia, de planteamientos muy concretos. Que mi vocación es ésta y que en mí hay una opción fundamental y un deseo de mantenerme fiel a eso dentro del ministerio”. Me contestó: `hombre, te lo agradezco mucho y hablaré con el obispo. Don José es muy bueno, muy atento a los sacerdotes. Yo hablaré con él, y ya te llamaré´. Nadie me llamó”.

1985. Coadjutor en el Barrio del Cristo. Junto al párroco Vicente Martínez y la comunidad de Antonio Andrés se intenta una revitalización de la fórmula de Pastoral Obrera, uniendo trabajo manual, pastoral parroquial y de barrio, y recuperación de la JOC, junto con Hermanitas del Puerto de Sagunto y Vedrunas de Malvarrosa.


1999. Párroco de La Coma. El principio del siglo va a significar para Vicente una nueva encarnación en el mundo de los más pobres. El movimiento obrero que él había descubierto a partir de aquella visita a Altos Hornos, se había convertido en un mundo de jóvenes deshumanizados, más por la miseria, la droga, el crimen, las migraciones y las cárceles. Y en esos ambientes se encarnaba Vicente a través de su disponibilidad en la parroquia siempre abierta de La Coma. Hay un impresionante texto de ese tiempo: un retiro que dio al Grup de Retors del Dissabte, a cuyas reuniones nunca faltaba, y que después escribió para la revista FRONTERA (nº 35, 2005) con el título: “Mi experiencia del Resucitado en un barrio marginal”. El texto, imperdible, está disponible aún en http://2001.atrio.org/FRONTERA/35/35INDICE.html



Colofón misionero en Venezuela


Buscando para el fin de su vida un ambiente más asistido para su vejez, pero que fuera acorde con su vida, aceptó en 2012 la invitación de un obispo venezolano para ir de director espiritual al seminario de Ciudad Bolívar. Desde allí envió, en la Jornadas Misioneras de 2018 un vídeo con un mensaje que hoy nos suena a despedida y testamento.


“Soy Vicente Amargós, sacerdote diocesano. Me encuentro en el Seminario mayor arquidiocesano de Ciudad Bolívar, en Venezuela, rodeado de un pequeño grupo de seminaristas. Llevo aquí ya casi seis años atendiendo a los muchachos espiritualmente en su proceso probativo y espero que nos hagan presentes en su oración, sobre todo pidiendo con todos nosotros al dueño de la mies que envíe braceros a su mies. Pidan también por nuestro pueblo venezolano que pasa por momentos muy difíciles y de mucho sufrimiento. Gracias”.


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Bisbe Poveda: en el centenari del seu naiximent

F. Xavier Martí

El 25 de setembre de 1920 va nàixer a la casa número 15 de la plaça de l’Om de Castelló (Ribera Alta) un xiquet a qui van posar el nom d’Eduardo, fill d’Eduardo Poveda Ripoll, natural de Monòver, i de Vicenta Rodríguez Marzal, natural de Castelló. En aquella casa vivien llogats, juntament amb el tio José Rodríguez Marzal. Allí també, a l’entrada de la casa, els pares tenien botiga de queviures; i a l’eixideta el tio exercia l’ofici de sabater.



L’ofici de botiguers va unir en l’amistat el meu avi Josep Martí Bas i el pare d’Eduard Poveda. Tots dos van treballar de macips a la botiga d’Eduard Sentandreu, i després es va establir cadascú pel seu compte. Les famílies respectives tenien en comú una profunda religiositat i una honradesa indubtable. També compartien simpaties per la causa carlista. És molt probable que foren socis del Sindicato Agrícola Católico local, que es va fundar precisament en 1920. L’amistat dels pares feu l’amistat dels fills: mon pare, Rafael Martí Garrigues, fou amic d’Eduard Poveda. Van anar junts a escola, primer al col·legi-asilde les Dominiques de l’Anunciata i després a l’acadèmia Sanchis.


El poc temps que don Eduardo va viure a Castelló, fins al seu ingrés al Seminari, transcorre com la de molts infants i jóvens de famílies modestes d’aquella època: anar a escola, anar a la catequesi, ser músic de la Lira Castellonera, ajudar a casa, jugar al carrer, pujar al balneari de Santa Anna en bicicleta, comprar un caputxet de torrat quan venia la fira de Santa Llúcia, acudir al Septenari de la Mare de Déu dels Dolors (per devoció i per donar ullades a les xiques), regolar la mona els dies de Pasqua..., i moltes altres coses que encara hem fet les generacions posteriors. Tothom sap que els primers anys de la nostra vida ens marquen. Crec que don Eduardo, a pesar de la tonsura, a pesar de la filosofia i de la teologia, i a pesar de la mitra, mai no va deixar de ser un home de poble, un home del seu poble.


No referiré tots els detalls de la biografia de don Eduardo. Ja ho va fer Xavier Aznar i Sala en un opuscle publicat en 2012 amb el títol Eduardo Poveda: història d’una vida entregada per amor a l’Evangeli, que vaig tindre la satisfacció de prologar. Després es va fer una versió castellana d’esta biografia, per tal que pogueren llegir-la també els fidels de la diòcesi de Zamora. Per últim, en 2019, el mateix Xavier Aznar ha escrit un article en la revista Miscelánea Comillas amb el títol «Historia panorámica de la vida de monseñor Eduardo Poveda Rodríguez (1920-1993), obispo de Zamora» (es pot llegir en Internet).


Hui només recordaré a grans trets la seua vida i subratllaré alguns aspectes que em semblen destacables.


Va ingressar al Seminari de València el 15 de novembre de 1939. El 2 de gener de 1949 fou ordenat prevere per l’arquebisbe Olaechea. Dos dies després va cantar missa a Castelló, apadrinat per José Rodríguez Marzal i Encarnación Roca Climent. L’any 1951 és enviat a Lovaina (Bèlgica) per tal de completar la llicenciatura en Filosofia en l’Institut Superior de Filosofia de la Universitat Catòlica. En la Revue Philosophique de Louvain va publicar diverses ressenyes en 1952. L’any 1953 obté el grau de Llicenciat amb una tesina que duia el títol La filosofía de Ortega y Gasset desde la «razón vital» hasta la «razón histórica». Uns anys després va traduir al castellà dos manuals de Fernand van Steenberghen, professor de Lovaina.


Quan tornà s’encarregà de donar classe de diverses assignatures als seminaristes valentins: Introducció a la Filosofia, Ètica, Lògica, Teoria del Coneiximent i Història de la Filosofia Moderna i Contemporània. La incorporació de Poveda i d’altres professors formats en universitats estrangeres van aportar, segons un alumne seu, «una cierta mística de la luz, de europeísmo. Exigen en las clases, ayudan, estimulan, crean sus apuntes. Con ellos la iniciativa renovadora pasa a las aulas». Fins i tot Ramiro Reig i Josep Picó en el seu llibre Feixistes, rojos i capellans, gens complaents amb l’Església valenciana d’aquella època, valoren positivament esta generació de professors que feren que el Seminari de València fora «més presentable que la majoria». «A partir dels anys 53, i següents, hom el va dotant d’un excel·lent professorat», escriuen. «En conjunt formen un equip bastant acceptable, no sols assabentat en Teologia, sinó en disciplines profanes», continuen. També ens recorden que Poveda va impartir cursets de Doctrina Social de l’Església a l’Instituto Social Obrero.


Passe per damunt de les diverses tasques pastorals complementàries que va realitzar a la nostra diòcesi, sempre relacionades amb la formació de la joventut, dels universitaris i dels futurs capellans, i vaig al dia de Sant Eduard de 1976. Aquell dia, 13 d’octubre, es va fer públic el seu nomenament de bisbe de Zamora, una seu episcopal que es trobava vacant des d’abril de 1973. El nomenament va tindre un gran ressò en la premsa, no solament a València i a Zamora, sinó a tot Espanya. Un titular de La Vanguardia del 14 d’octubre deia: «Grupos de sacerdotes de Valencia y Plasencia han manifestado su disgusto por la forma como se ha procedido a la provisión de algunas diócesis». Es queixaven del procediment, no dels elegits. El mateix diari informava que el nomenament havia sigut rebut amb sorpresa a Zamora i que «Hasta que no pasen varios días será difícil conocer la reacción oficial que en el clero de la diócesis, ha causado esta noticia». El motiu pel qual es fa referència a la futura reacció del clero de la diòcesi de Zamora és que aquell bisbat, a banda de trobar-se més de tres anys sense bisbe titular, estava dividit. I ací vull destacar la virtut del bisbe Poveda com a creador de concòrdia i de diàleg. Davant de la situació que l’esperava, va llançar un missatge claríssim a tot el presbiterat de Zamora el dia de la seua consagració episcopal:


«No ignoro que el pluralismo en lo eclesial es una característica perenne en la Iglesia aun desde el tiempo de los apóstoles, y hoy es particularmente necesario. Pero, que no se os olvide: TODOS SOMOS IGLESIA, NINGUNO EN CAMBIO, NINGÚN GRUPO ÉL SOLO, ES, “LA IGLESIA”. Huid de la tentación de querer monopolizar al Espíritu Santo, o de la que es peor aún, la de creeros que sois los mejores, los puros, y menos aún los únicos. A todos estoy dispuesto a acogeros, con tal de que vosotros no excluyáis a nadie. Que nuestra Iglesia sea el lugar del encuentro y del diálogo constructivo de todos los que confesamos que Cristo es el Señor en la misma Fe Católica y Apostólica».


El bisbe Poveda, al cap dels anys, amb intel·ligència, bondat i diplomàcia (digueu-li ‘mà esquerra’, si voleu), va aconseguir que la porció de poble de Déu que se li va encomanar es trobara més unida i que fora verdaderament un lloc de trobada i de diàleg constructiu.


Foren moltes les activitats, iniciatives i projectes que don Eduardo va dur a terme, tan en la diòcesi de Zamora com en les diferents comissions de la Conferència Episcopal, però en el centenari del seu naiximent vull ressaltar la seua tasca com a instrument de pau i d’harmonia. I en este aspecte, em sembla que no solament és digne de respecte i d’admiració, sinó també un exemple a seguir.


El 17 d’octubre de 1991 va ser acceptada la seua renúncia per motius de salut. El bisbe Poveda va morir a València el 3 de març de 1993. A la diòcesi de Zamora és recordat com «el obispo bueno». Monsenyor Uriarte, el seu successor, en l’homilia del funeral, afirmà una veritat que ben segur confirma la nostra experiència personal: «Los hombres buenos nos hacen buenos». Lliçó de bondat, enteniment i trellat al servici de l’Evangeli i de la convivència, la que ens deixà el castellonenc Eduard Poveda. I crec que calia recordar-ho en el centenari del seu natalici.



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