Se cumplen dos años desde la fundación de la Asamblea del Profesorado de Filosofía, una entidad tan plural, heterogénea y diversa en lo humano, como ideológica y políticamente neutral en sus acciones y declaraciones.
La Asamblea se ha constituido en una suerte de hermandad intelectual que siempre ha intentado velar por el prestigio de una disciplina milenaria, vinculada al cultivo de la razón y al noble y difícil arte de la educación de la juventud, empeño cada vez más descuidado por ciertos responsables políticos que sólo la valoran como paso previo a la inclusión en el mercado laboral o como un medio para inculcar los valores más acordes con su ideario político.
Antes de la creación de la Asamblea, podría decirse que el desempeño de tal labor vindicativa corría a cargo de un puñado de románticos irredentos, de algún que otro David de aula frente al Goliath de las mastodónticas Administraciones educativas. La desigual lucha se daba entre quienes creían que la filosofía debía ser parte de la formación integral del alumnado y quienes consideraban que una disciplina que había sido clave en la historia de occidente desde Sócrates hasta Séneca, desde Santo Tomás hasta Descartes, desde Kant hasta Ortega o desde Hipatia, Stein, Weil a Harendt , no tenía más importancia que la de desempolvar los viejos túmulos que adornaban la memoria de aquellas figuras. La filosofía era un saber anticuado y distractivo, decían, como si no pudiese reconocerse en cada una de las firmes bases de nuestra civilización, desde el derecho hasta la política, pasando por la ciencia y las artes y jalonando cada uno de sus más importantes logros: La democracia, los Derechos Humanos, el método científico, las vanguardias artísticas...
La conciencia de representar una tradición crítica, incómoda con los acomodaticios, llevó a algunos de estos luchadores a agruparse en torno a una Asamblea que los representase, emulando las antiguas reuniones de los notables griegos en la Ekklesía, para hacer oír su voz frente a los que administraban el poder, haciendo ver que no estaban dispuestos a callar ante la degradación educativa, siempre con el objetivo primordial de seguir siendo, como Sócrates, los maestros de occidente.
En noviembre de 2017 llegó la ocasión: ante la tesitura de aceptar una incoherencia legislativa que ponía en peligro las Pruebas de Acceso a la Universidad de miles de alumnos o proponer una solución para las atropelladas reformas del Gobierno, más de doscientas personas se reunieron en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia con objeto de recuperar la dignidad de la asignatura y deshacer el entuerto al que unas muy mal planteadas reválidas nos habían conducido.
Pocos días después, el profesorado de enseñanza media y Universidades hizo aumentar la cifra de integrantes hasta las casi cuatrocientas personas, y desde entonces no ha parado de crecer, constituyéndose en una fuerza democrática y dinámica, presta a poner racionalidad en los desmanes educativos
Una de las primeras medidas de la Asamblea fue la de recuperar la troncalidad de la Historia de la Filosofía en segundo de bachillerato. Para ello no dudamos en contactar con las principales Asociaciones de madres y padres de alumnos, CEAPA y FCAPA, que nos brindaron su apoyo incondicional, poniéndolo en conocimiento de las Autoridades educativas.
Del mismo modo, se promovió una Declaración Institucional en apoyo de la Filosofía en su Día mundial -cada tercer jueves de noviembre- desde el Ayuntamiento de Valencia, a iniciativa de Ciudadanos y que contó con el apoyo unánime de todos los partidos del Consistorio. En paralelo, se intentó aprobar una misma declaración en cada Ayuntamiento de la Comunidad Valenciana, con un éxito notable.
El corolario de todas estas acciones fue una Proposición No de Ley en Les Corts Valencianes para la recuperación de la Filosofía en el sistema educativo valenciano, también aprobada por unanimidad y a propuesta de Unidas Podemos, que constituyó el primer paso hasta el logro final del blindaje de la asignatura, en el curso 2018-19, y que debe a su vez significar un primer hito en el objetivo de recuperar, para una nueva Ley Orgánica, la presencia que la filosofía tenía en el sistema educativo antes de la LOMCE.
En este sentido cabe decir que nos hemos reunido igualmente con el Partido Socialista y el Partido Popular, cuyos equipos educativos coinciden de pleno en la necesidad de esta restauración, reconociendo que fue un error suprimir una disciplina tan enriquecedora.
La Asamblea se ha reunido igualmente con el Obispo Auxiliar don Esteban Escudero, a la sazón profesor de filosofía, para hacerle llegar nuestras ideas sobre la presencia de la ética como una asignatura necesaria en sí misma, y no como una alternativa excluyente a la religión. El alumnado que en pleno ejercicio de sus derechos decida cursar Religión Católica, no tiene por qué verse privado de las enseñanzas éticas de grandes personalidades que no pocas veces fueron también considerados saepe noster -a menudo uno de los nuestros-, como diría Tertuliano de Lucio Anneo Séneca, considerándolo un cristiano más.
De la misma manera, la Asamblea ha estado presente en los debates de Europa Laica, siempre defendiendo lo mismo en todos los foros: la filosofía y la ética son disciplinas autónomas, enriquecedoras para todas las personas, independientemente de sus credos o ideologías. Su transversalidad las hace universales.
Esto, lejos de intentar sonar pretencioso, quiere decir que sirven a todo el mundo, tanto en lo funcional como en lo vital, en el encuentro con uno mismo en cada momento de la vida.
Porque esa ha sido siempre nuestra idea: ayudar a las personas a conducirse, nutriéndose de una sabiduría ancestral y haciendo uso de la razón propia. Algo que puede decirse en una sola palabra: educar.