“Al explicar los textos bíblicos debemos relacionarlos con la realidad actual...”
- Don José Luis, bienvenido a nuestra modesta publicación. Le seguimos en sus excelentes comentarios dominicales publicados en Fe adulta. ¿Qué pretende transmitirnos cada semana a sus lectores?
Algo muy sencillo: el sentido del evangelio y su posible relación con la primera lectura, tomada generalmente del Antiguo Testamento. Pretendo ayudar a una lectura correcta del texto, procurando no manipularlo para que diga lo que me interesa o lo que puede resultar más llamativo. Prescindo de la segunda lectura porque no está elegida en relación con el evangelio, sino para dar a conocer alguno de los escritos del Nuevo Testamento, normalmente cartas de Pablo.
- En sus obras, usted da un sentido muy humano a lo que se desprende del texto bíblico. ¿Divino?
Yo no diría que doy un sentido muy humano a la enseñanza del texto bíblico. En el evangelio, como en el mismo Jesús, lo humano y lo divino van estrechamente unidos. Es imposible hacer un comentario puramente divino del texto.
- ¿La dignidad humana como fundamento de sus investigaciones bíblicas?
Sinceramente, no. El fundamento de mis investigaciones es el entusiasmo por el texto bíblico y el deseo de darlo a conocer lo mejor posible. Naturalmente, eso repercute en beneficio de la dignidad humana, pero sobre todo en beneficio de la dignidad de Dios, porque no podemos usar su palabra para decir cosas absurdas o perniciosas porque no la entendemos rectamente, o por atribuirle lo que no ha dicho.
- ¿Quién fue Jesús históricamente? ¿Cómo lo describe usted?
Yo no sabría describir a una persona con la que convivo desde hace años, mucho menos a Jesús, al que conozco a través de los testimonios de unas personas que, a veces, tampoco lo conocieron. Sobre su figura histórica puedo decir cuatro cosas archisabidas: un judío del siglo I, perteneciente a uno de los estratos más bajos de la sociedad (él y su padre son obreros, están por debajo de los campesinos), y eso le hace especialmente sensible con los problemas de los pobres y los marginados. Otros, en sus mismas circunstancias, habrían adoptado posturas muy distintas, por ejemplo, la revolucionaria de los sicarios (los zelotas no existían en su tiempo, en contra de lo que piensa mucha gente). En Jesús, el trasfondo social está estrechamente vinculado a su experiencia de Dios, en una línea muy bíblica, como el Dios de los débiles, los oprimidos, del emigrante, el huérfano y la viuda. A eso añade la conciencia de Dios como Padre, y lo sintetiza en la idea del reinado de Dios, que no la inventa él, pero a la que se entrega por completo. Tampoco en esto supone una novedad absoluta, ya lo había hecho Juan Bautista. Aunque parezca absurdo, esas ideas lo terminan enfrentando a los representantes de la religión oficial (sumos sacerdotes y escribas), y al grupo más piadoso (los fariseos). Estoy en contra de una interpretación puramente política de la muerte de Jesús, cargando la culpa sobre los romanos o sobre las autoridades judías. Eso influyó, sin duda alguna. Pero el principal culpable de la muerte de Jesús es él mismo, que se mete voluntariamente en la boca del lobo. Pienso que veía su destino marcado por el del Siervo de Dios descrito en Isaías 53: el personaje que entrega su vida para salvar a su pueblo. Por eso, aunque a alguno le escandalice, la muerte de Jesús fue en parte un suicidio. Él podía haberla evitado. Desde el monte de los Olivos huyeron siglos antes David y el rey Sedecías. Jesús prefirió permanecer allí y afrontar la muerte.
ANTIGUO TESTAMENTO
- Su libro de introducción al Antiguo Testamento es práctico, ameno, pedagógico y científico. ¿Apto para un público no necesariamente especializado en la materia?
Lo escribí precisamente para un público no especialista: profesores de los colegios de jesuitas de Andalucía que querían unos conocimientos básicos del Antiguo Testamento. Ninguno de ellos había estudiado teología.
- Brevemente, ¿por dónde van las tendencias actuales en los estudios del Antiguo Testamento?
Soy incapaz de responder a esta pregunta. El Antiguo Testamento es un conjunto muy variado de libros, con problemas muy diversos. Quienes los estudian recurren a los métodos más distintos: literarios, sociológicos, sicoanalíticos, comparativos… Unos se dedican a estudiar un libro entero, otros una sección, muchos un tema… Yo me incluyo entre los que prefieren estudiar un libro de principio a fin, aunque lleve muchos años de trabajo. En esta línea he publicado los comentarios a los libros de Josué y Jueces y espero poder escribir el del primer libro de Samuel.
- Según usted, ¿cómo se realizó el paso del yahwismo primitivo al judaísmo?
Para responder a esta pregunta haría falta un libro. No soy capaz de responderla. El interesado puede buscar en YouTube unas conferencias de Thomas Römer sobre ese tema. Creo que también publicó un libro.
- Algunos estudiosos del AT reconocen que no tienen todas las respuestas, que caminan a tientas, y que las respuestas que encuentran muchas veces generan mil incógnitas. ¿Es así?
Totalmente. Quizá a finales del siglo XIX y primera mitad del XX hubo cierto optimismo con respecto a algunos temas. Por ejemplo, se aceptaba la teoría de Wellhausen sobre la formación del Pentateuco. O la de Martin Noth sobre la Historia deuteronomista. Hoy día todo se ha vuelto mucho más inseguro. Pienso que esta diferencia de opiniones se debe, en parte, en que los estudiantes jóvenes deben hacer una tesis doctoral y publicar otra serie de trabajos para ser profesores, y eso anima a proponer ideas nuevas, a veces con poco fundamento. Yo he formado parte de un tribunal en el que se ha defendido una tesis absolutamente inaceptable desde mi punto de vista, pero que salió adelante. Libros y artículos de poca categoría científica son más numerosos de los que cabe imaginar.
- De forma general, ¿nos comparte algunos desafíos particulares en relación a la interacción de la teología veterotestamentaria y la sistemática?
Estoy muy alejado de la teología sistemática y no puedo dar una opinión seria. Solo aporto un pequeño comentario. Cuando yo era estudiante de teología (1966-1970) los teólogos dogmáticos usaban los textos de la Escritura que les interesaban, sin atenerse al método histórico-crítico, y por eso se los criticaba mucho. Sin embargo, hacían lo mismo que los autores del NT y los rabinos judíos de la época. El método histórico-crítico, sin duda el mejor para conocer un texto, no es siempre el mejor para entender cómo argumentan los evangelistas o Pablo. Aunque resulte escandaloso decirlo, pienso que el teólogo sistemático puede hacer un uso relativamente libre de la Biblia.
NUEVO TESTAMENTO
- En el conjunto de su obra, ¿se ofrece una visión conjunta del mundo de Jesús?
No. Eso sería muy ambicioso. El mundo de Jesús abarca aspectos muy variados y no soy especialista en todos ellos, ni siquiera en la mayoría.
- ¿Cómo era vivir en la Galilea de Herodes Antipas, en los años 20? ¿Por qué el movimiento de Juan Bautista y el movimiento de Jesús, ocurrieron ambos en los años 20 con Herodes Antipas?
Sobre Galilea en tiempos de Herodes Antipas hay una gran monografía de M. H. Jensen, Herod Antipas in Galilee (Tubinga: Mohr Siebeck, 2010). La figura de este rey es muy controvertida; tiene grandes enemigos y grandes defensores. Algunos dice que su política económica fomentó las diferencias sociales y eso favoreció la aparición de los movimientos de Juan Bautista y de Jesús. En mi opinión, ninguno de los dos movimientos se deben enfocar desde un punto de vista predominantemente político y económico. En cuanto a la pregunta «¿cómo era vivir en Galilea en los años 20?», habría de todo, pero muchas veces se ignora que Galilea era más rica que Judea.
- ¿Por qué los judíos se rebelaron tan a menudo contra Roma?
Que yo recuerde, solo se rebelaron dos veces: en el año 66, que llevó a la caída de Jerusalén en el 70; y en el 132, con Bar Kojbá (o Bar Kosiba). En líneas generales, se podría hablar del espíritu de independencia de los judíos. Pero quien lee la Guerra judía de Flavio Josefo advierte que las causas fueron variadas, y que influyeron mucho las divisiones internas y luchas de partido. Eso mismo ocurrió en el siglo II a.C. cuando se rebelaron contra el imperio sirio.
- Jesús tenía una visión, pero ¿tenía un programa?
Depende de lo que se entienda por programa. Desde luego, no como el de los partidos políticos. Los escritos del NT dan la impresión de que el programa de los primeros cristianos era propagar la fe en Jesús y vivirla en comunidades con cierto estilo de vida. Pero Jesús no dijo nada de cuestiones que más tarde serían causa de graves problemas, como la circuncisión. Hubo que ir descubriendo poco a poco, con la ayuda del Espíritu Santo, la forma de ser cristiano.
- Al comparar los tres primeros evangelios… ¿Qué aspecto fundamental subrayaría en cada uno?
En Marcos, la genialidad de su esquema, sobre todo en la segunda parte, cuando expone la formación de los discípulos en el contexto del triple anuncio de la pasión y resurrección. En Mateo, sus cualidades de catequista; es un fuera de serie, un crack, como dicen ahora. En Lucas, el material nuevo que aporta, especialmente en los relatos de la infancia, las parábolas y las apariciones.
- Sobre el evangelio de Juan, ¿qué clave de lectura nos puede ayudar a una mayor comprensión?
La paciencia. Juan tiene formulaciones geniales (como la definición de Jesús como el camino, la verdad y la vida), pero otras veces se repite hasta la saciedad para terminar diciendo una o dos cosas muy sencillas. Es un evangelio a veces irritante, aunque termina entusiasmando. El hecho de que la liturgia no le haya dedicado un ciclo anual (el teórico D) demuestra el miedo que se le tiene, y con razón, a que la gente termine desesperada escuchando sus discursos domingo tras domingo.
CULTURA ACTUAL
- ¿Cómo hemos de aproximarnos hoy a Jesús?
Como se aproximaron los dos primeros discípulos según el cuarto evangelio: con interés de conocerlo, de hablar con él. Y eso solo podemos hacerlo ya a través de los evangelios, de los otros escritos del NT, y de las personas que nos rodean, especialmente de las más necesitadas.
Los escritos del NT dan la impresión de que el programa de los primeros cristianos era propagar la fe en Jesús y vivirla en comunidades con cierto estilo de vida
- ¿Se puede hacer algún paralelismo entre la vida de piedad en el contexto en el que vivió Jesús y el actual?
El contexto en el que vivió Jesús era piadoso, aunque no faltaban los “pecadores” que no iban a la sinagoga, no rezaban el Shemá ni las Dieciocho bendiciones, no pagaban el diezmo, etc. En el contexto actual la piedad no es un dato dominante. Además, hoy se permite, incluso fomenta, hablar mal de la religión, de las prácticas de piedad, etc., cosa que era impensable en tiempos de Jesús.
- Sobre los grupos religiosos existentes en la época, ¿qué es lo que más nos asemeja?
En tiempos de Jesús había tres grupos principales: fariseos, saduceos y esenios. Los saduceos eran, en general, sacerdotes de clase alta, nobleza económica. Los esenios nunca aparecen mencionados en el NT, pero es el grupo más cercano a los cristianos, aunque existen diferencias importantes entre ambos. Irónicamente, el grupo que perdura es el de los fariseos, aunque con otros nombres. Los fariseos pretenden cumplir la voluntad de Dios incluso en los menores detalles. Su peligro es poner la ley por encima de la persona, de la misericordia. Eso sigue ocurriendo.
- Lo de Jesús, ¿era la resistencia no violenta al reino del César, que no es el reino de Dios?
Si nos atenemos a los evangelios, Jesús no da tanta importancia a la política como a veces se dice. Para él es mucho más importante la falsa imagen de Dios y de la relación con él. Por eso sus mayores enemigos no son los romanos sino los fariseos y los sumos sacerdotes. Lo de “resistencia no violenta” me suena a Gandhi.
- ¿Qué nos sugiere para una predicación adecuada?
Hay que leer y rezar el texto bíblico. Ver qué me dice. Si no te dice nada, más vale que no prediques. Los comentarios pueden ayudar. Pero es muy importante la aportación personal También es esencial tener en cuenta al auditorio. Una de mis quejas contra la liturgia es que obliga a leer los mismos textos en una parroquia con fieles de cultura media-alta, universitaria, y en una parroquia de personas con muy poca formación.
- ¿Tenemos interés los pastores en formarnos y en conocer los textos bíblicos?
Hay de todo. Pienso que el interés ha crecido en los últimos años, como lo demuestra la cantidad de comentarios y ayudas que se encuentran en Internet. Pero me temo que muchos no son conscientes de la importancia de conocer bien los textos bíblicos. He escuchado homilías deprimentes, que me han hecho compadecer a los pobres fieles que deben soportarlas.
- El enfoque que tiene en sus comentarios es distinto al de otros muchos, más dinámico… y siempre desde la fe profesada. ¿Por qué es esto tan importante para usted?
La Biblia no solo es interesante desde el punto de vista religioso, es también amena, incluso divertida en algunos casos. Jesús se esforzaba por proponer su mensaje de forma atractiva. Al explicar los textos debemos relacionarlos con la realidad actual, y eso les da cierto dinamismo. En cuanto a la relación con la fe, ya he dicho anteriormente que el comentario debe basarse en la oración. Quien comenta el texto debe pretender lo mismo que el autor del cuarto evangelio: «Esto se ha escrito [o dicho] para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios, y mediante esta fe tengáis la vida eterna».
- A usted le gusta presentar a Jesús como Hijo de Dios, resucitado históricamente, pero dejando muy clara su humanidad. ¿Se siente fracasado o comprendido en su forma de anunciar a Jesús en el contexto cultural actual?
Cualquier que predica el evangelio se siente fracasado y comprendido, como Jesús, como Pablo, como todos. Yo solo conozco la reacción de las personas que me escriben agradeciendo los comentarios dominicales y los libros que he escrito. La mayor parte de la gente ni me lee ni sabe que existo, pero eso no me produce sensación de fracaso. Estoy muy contento de poder contribuir, aunque solo sea un poco, al conocimiento de los textos bíblicos, especialmente de los evangelios.
Hace más de treinta años que disfrutamos en España de una democracia consolidada. Múltiples propuestas políticas deben encontrar su encaje entre una feligresía que también se hace eco de la pluralidad ideológica que, por supuesto, no sólo permite, sino alienta el propio magisterio eclesiástico. Nuestro posicionamiento, ante todo: somos cristianos.
No es sana la postura que se cierra al diálogo cívico basándose en supuestos dogmas teológicos que no son tales -o al menos en cuestiones de fe-, pero de la misma forma corremos siempre el peligro, generación tras generación, de perder de vista que en esta dialéctica (y en el discernimiento adecuado de los signos de nuestro tiempo) nuestro verdadero reino no es de este mundo, y que, finalmente, las ineludibles diferencias entre una antropología de corte cristiano y otros enfoques teóricos pueden imponer sus límites naturales en el terreno de lo público, por sus implicaciones morales o éticas, que no son menores, o simplemente humanas, en general. Es el caso de la defensa del concebido no nacido, de la familia constituida entre un hombre y una mujer como base y fundamento de la sociedad, la cuestión de la eutanasia o el problema bioético de las células-madre y su uso... Un largo etcétera.
Tanto la izquierda como la derecha europea, al menos las corrientes mayoritarias más moderadas, han abandonado hace tiempo, felizmente, el lastre ideológico de los extremismos; una y otra renunciaron a Marx o al ultraliberalismo económico más radical. Ahora aparecen nuevos campos de interlocución que competen a espacios teórico-prácticos donde cabe entenderse y, por supuesto, aportar con parresía apostólica nuestro testimonio de fe. Este es el reto que nuestra realidad sociopolítica nos pone delante. Cuando la dimensión pública de la justicia social acerca cada vez más a la mayoría de posicionamientos políticos, cuestiones tan delicadas como las mencionadas saltan a la palestra para obligarnos a un posicionamiento claro.
Que el Señor nos ayude a examinarlo todo y quedarnos con lo bueno, como invitaba San Pablo a hacer en Tesalónica, pero que podamos también ofrecer al mundo nuestro testimonio sin miedo, dando razón de nuestra esperanza.