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COMENTARIS Amistat sacerdotal

Hacedores de fraternidad

Rafael Guinart

Por fin, el 24 de noviembre pasado, con la cooperación de la fuerza de nuestra paciencia evangélica, hemos podido romper los férreos y crueles cerrojos de la pandemia que nos reprimía, impidiendo nuestra habitual convivencia sacerdotal. Por ventura tan larga reclusión o confinamiento no nos había hecho olvidar el alegre camino que, por entre naranjos y hortalizas, lleva a Massarrojos, en cuyas calles percibimos siempre un sorprendente silencio casi monacal, y que al entrar en el templo parroquial encontramos la fuente de donde fluye el fértil silencio que resuena en las calles del pueblo: el espíritu del que fue su párroco, el venerable D. José Bau Burguet , cuya memoria hemos venido a perpetuar contemplando sus virtudes, como en años anteriores, particularmente aquí, en Massarrotjos, uno de los lugares en donde permanecen vivamente marcadas las huellas de su espíritu personal y pastoral.


Aquí nos dimos cita los seminaristas del Colegio Seminario de la Presentación de la Virgen María, con su rector José Máximo Lledó; también un grupo de sacerdotes de la Unión Apostólica del Clero de Valencia, de la que fue fundador y presidente D. José Bau, a los que se unió entusiasta nuestro obispo Auxiliar D. Javier Salinas, a quien agradecemos haya aceptado nuestra invitación. Y como todos los años gozaron de nuestra presencia, y nosotros de la suya, un fervoroso grupo de feligreses, que lamentaron nuestra obligada ausencia, motivada por la pandemia, pues nos esperan cada año. Y reunidos todos nos considerábamos y éramos una bella miniatura de la sinodalidad diocesana. El eje espiritual de nuestra reunión fue la Eucaristía y la Virgen María, el principal eje sacerdotal que lo fue también de D. José Bau. Así que sentados alrededor de la mesa del altar, después de escuchar de nuevo, por boca del obispo Salinas las palabras de Jesús: “os haré pescadores de hombres”, nos pusimos a reparar las redes, pues, a causa del duro faenar sobre la moderna y alborotada marea social, algunas habían sufrido fuertes tirones y desperfectos, en cuya reparación estamos todavía, y otras habían quedado rotas, las cuales debíamos forzosamente sustituir por otras más actuales y eficaces.


De la mesa espiritual nos trasladamos a la mesa doméstica, preparada por Ramón Bayarri, actual sucesor de D. José Bau, aliñada con sabrosa conversación y dulces recuerdos. La conversación de sobremesa incidió sobre los insistentes anhelos y modernos gestos evangelizadores de nuestras comunidades cristianas, gestos concretos que exigen engarzar oración, imaginación y decisión. Los recuerdos recuperaron la simpática presencia de D. Salvador Domingo Salvador y D. José Alba Alba, ambos permanentes estimulantes de la espiritualidad y fraternidad sacerdotal y constantes en la atención y visita a los sacerdotes. Tanto es así que D. José Alba, cargado ya de años y cansado de piernas, me confirmó ¡-con pesar-! que ya no asistía a determinadas liturgias y reuniones porque necesitaba sus exiguas fuerzas para visitar a los sacerdotes, visitas que realizó cada semana durante muchos años, y a cuyo séquito tuve la provechosa experiencia de pertenecer, junto a otros sacerdotes. Pero el cultivo de este cuidado por los sacerdotes viene de lejos en nuestra diócesis de Valencia. A principios del siglo XX era tan precaria e insegura la situación personal de tantos sacerdotes que D. Pedro García Cerdán, sacerdote de nuestra diócesis, tuvo la providencia de fundar en 1925 la Congregación de las R.R. Cooperadores de Betania -título acertado que les viene ni que pintiparado evangélicamente- pues desde entonces en su casa reciben acogida, atención y cuidados cuantos sacerdotes ancianos lo necesitan, tal como los recibió Jesús departe de las hermanas Marta y María, cuando se retiraba a Betania. Tan interiorizada tienen las religiosas esta vocación de servicio a los sacerdotes que recientemente, ante la forzosa disyuntiva de dedicarse a la educación infantil o a la atención de los sacerdotes, decidieron vocacional y oficialmente por los sacerdotes. Lo que de nuestra parte merece un permanente agradecimiento.


Pero retrocediendo siglos atrás encontramos también felices testimonios de la preocupación por los sacerdotes en extremas necesidades. Uno de ellos está situado, bien visible, en una de las paredes de la residencia San Luís Beltrán, escrito sobre unos azulejos y orlado con una floreada cenefa. Certifica los siguiente: “Este antiquísimo Hospital de pobres sacerdotes se acabó de reedificar en el año 1782 a expensas del Ilustrísimo y Excelentísimo Sr. D. Francisco Fabian y Fuero, dignísimo arzobispo de esta Ciudad”.



Hoy somos nosotros los herederos y hacederos de esta larga tradición de fraternidad sacerdotal, fraternidad que tiene fuerza evangélica y capacidad humana hasta de dar vista al ciego y oído al sordo, maravilla que hemos contemplado en esta ocasión y en otras muchas, cuando el sacerdote Benjamín oía satisfactoriamente con los oídos del sacerdote ciego Emili, y éste a su vez veía claramente con los ojos del hermano sordo. Bonita estampa humana y bonita flor natural que llenó el día de intenso perfume fraternal. Gracias.

COMENTARIS Necrologia

Pere Riutort, símbol d´un país que anem fent

Honori Pasqual i Martí

I ben bé podríem completar el titular afegint-hi: i d’una Església escandalosament endarrerida. Este Pere, en paraules dels representants de l’Associació Bisbe Climent i de la revista Pentecosta de Castelló de la Plana, “mestre sincer, profeta de veritats incòmodes, pregoner de Pentecosta, treballador incansable, sembrador d’esperança”, ens ha deixat definitivament. El 21 de novembre formarà part del santoral valencià.

Pere Riutort va acabar la seua vida a Tàrbena, on s’establí des de fa dècades, una població de la Marina Baixa que encara conserva en la seua parla l’article salat. Amb uns quatre-cents habitants, està situada al cim d’un massís muntanyenc que no deixa indiferent els turistes estrangers que hi sojornen en els mesos estivals.


L’anada de València estant ens permeté reveure la diversitat de comarques, la bellesa dels paisatges i la pluralitat de conreus que posseïx l’allargassat País Valencià, tant en el vessant litoral com en el muntanyenc. La volubilitat de formes capricioses de la serra de Bèrnia, el Montgó, el penyal d’Ifac, les valls que humanitzen el territori i la mar Mediterrània colpixen la sensibilitat ecològica i conviden a la veneració i protecció de la naturalesa. El pare Pere sabé elegir l’indret del seu projectat santuari, ara estroncat pel seu viatge a l’encontre del Pare maternal.


Al temple de Tàrbena, el fèretre amb les despulles de Riutort, cobert amb les quatre barres, esperava el començament de l’eucaristia. La celebració, que fou presidida pel bisbe d’Oriola-Alacant, Jesús Murgui, i una vintena de capellans, es realitzà seguint el text oficial del Missal Romà adaptat al mallorquí.


En l’homilia, el bisbe, coneixedor de la tradició religiosa i espiritual de Mallorca, ja que hi va ser titular, contextualitzà els orígens i la vocació del difunt, així com la dedicació a la promoció de la llengua i cultura pròpies.


El Grup Cristià del Dissabte hi participà presencialment i a través de la lectura d’un comunicat en l’eucaristia. En ell descrivíem Pere Riutort com una persona apassionada per la llengua del poble, i capaç de generar estima per la llengua. També afirmàvem que ha estat marginat i maltractat a la nostra diòcesi de València malgrat el seu gran esforç i l’aportació a l’Església valenciana en traduir els textos i pregàries litúrgiques, quan presidia la Comissió de Litúrgia.



Gràcies a la seua perseverança ens proporcionà l’únic text que actualment està aprovat oficialment per a la litúrgia en valencià: el Llibre del Poble de Déu, costejat fonamentalment per ell mateix.


Abans d’acabar l’eucaristia, el bisbe, com a germà major o pare de tots els preveres diocesans, donà les gràcies a les famílies que el cuidaren les últimes setmanes, als capellans de la diòcesi i de l’arxiprestat que l’acolliren i l’estimaren i donà el condol als nebots allí presents. Jesús Murgui també mostrà gran alegria i gratitud als capellans de la diòcesi de València que ens hi férem presents.


Recordar una persona difunta equival a impedir que la mort tinga l’última paraula.


Cada vegada que tinguem en les nostres mans el Llibre del Poble de Déu, la memòria de Pere Riutort i Mestre es farà present. I amb la memòria, la gratitud.


COMENTARIS Pastorals

La democracia en la Iglesia

Enrique Lluch Frechina, profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera

Me piden que reflexione en unas líneas sobre la democracia en la Iglesia. Es sabido que el término democracia proviene de las palabras griegas δῆμος (démos), que significa ‘pueblo’, y κράτος (krátos), que equivale a ‘poder’ o ‘gobierno’. Podemos hablar, por tanto, de gobierno del pueblo o como lo describe el diccionario de la Real Academia de la Lengua “Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”.



Sin embargo, cuando este término se aplica a la Iglesia, normalmente se realiza pensando en la cuarta acepción que aparece en el diccionario de la RAE “Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones” o en un corolario de esta que es la votación de los cargos dirigentes a través de un sistema de sufragio universal.


A partir de estas acepciones del término democracia, podríamos tratar muchos temas en la Iglesia pero yo voy a centrarme únicamente en aquel que tiene que ver con la realidad más cercana que tenemos en nuestra vida de fe: las parroquias. Porque hablar del gobierno del pueblo en una parroquia ¿Qué quiere decir? ¿Que tiene que ser gobernada por todas las personas empadronadas en la circunscripción que abarca? O ¿Que tienen que ser solo los que entre ellos son cristianos? Y, cuando hablamos de cristianos ¿Qué son, todos los que están bautizados o solo quienes están implicados en la parroquia y lo desean? Y si alguno participa en la parroquia pero no está empadronado en su circunscripción ¿Queda excluido del gobierno de esa parroquia?


El segundo asunto a dilucidar sería ver el órgano que gobierna y la capacidad que tiene para disponer sobre los asuntos internos de la parroquia, ya sean los que incumben a su dimensión económica y patrimonial, como a los que tienen una relación directa con la labor pastoral de la entidad. ¿La capacidad de decisión por parte de las personas de la parroquia es total? Y ¿Qué hay sobre el sacerdote? ¿Es también elegido por los parroquianos?


Lo que parece bastante claro es que en estos momentos la intervención de los cristianos en la gestión de la parroquia depende de la voluntad de los párrocos. Estos son vistos como administradores de la parroquia y son elegidos por el obispado que es quien determina quien va a cada lugar. Utilizando un lenguaje empresarial (simplemente para que se entienda), las parroquias son vistas como “sucursales” de la diócesis que esta encarga a sus sus trabajadores que son los sacerdotes. Es el párroco el que da más importancia o menos al consejo parroquial, el que hace más o menos caso a sus decisiones o el que lo ignora y lo tiene simplemente de adorno.


En la mayoría de los casos (al menos en todos los que yo conozco) los miembros del consejo son invitados por el párroco y algunas veces es el grupo al que representan quien los envía a las reuniones. En pocas ocasiones (insisto en que no conozco ninguna pero no descarto que existan) los miembros de este consejo han sido elegidos de alguna manera por la comunidad parroquial en su conjunto...


Creo que dar valor a la acción de los laicos y mejorar esta reducida intervención en la gestión de la vida parroquial podría beneficiar a todos. En primer lugar a los párrocos que podrían centrarse en su misión pastoral dejando los temas administrativos a gente que está mejor preparada para ello. En segundo lugar, permitiendo que estos se sientan más parroquia y más implicados en la labor de anuncio del evangelio. Abrir los consejos parroquiales a la participación de todos y contar con ellos para la gestión del día a día es un paso adelante en la colaboración de todo el pueblo de Dios en la labor eclesial por excelencia, el anuncio de la buena nueva del evangelio.

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