Invitado y guiado por mi querido amigo y compañero jesuita Alberto Guerrero estuve unos días en Valencia siguiendo un programa de contactos que Alberto me sugirió y gustosamente acepté. Algunos contactos también sugerí yo mismo. Me pide Jesús Belda que haga yo un relato de esa visita. Con gusto me pongo a ello. Entre otras cosas por la magnífica impresión que me dio Jesús, a quien no conocía. Y por la sinergia espiritual que noté el tiempo que estuve con él en esta visita.
Por cierto, Alberto fue el último jesuita en España que estuvo trabajando como cura obrero. Cuando él se jubiló de su trabajo manual, ya se cerró el capítulo de jesuitas obreros en activo en España. Sería un tema interesante, y quizás apasionante, para un dialogo eclesial (y no solo eclesial) si la desaparición, salvo escasas excepciones quizás,de esa “especie presbiteral” que fueron los “curas obreros”, es un paso adelante o hacia atrás; o neutro. Y si, en nuestro actual contexto histórico, eclesial y social era inevitable o no lo era esa desaparición. No es el objetivo de este escrito entrar en ese dialogo, pero lo apunto. Y al menos quiero decir una palabra de valoración y aprecio a
Pinceladas de un viaje a Valencia desde una pespectiva sociopastoralla constancia y coherencia de Alberto y otros tantos jesuitas, curas y monjas en general (también en Valencia), en sus opciones de inserción en el mundo de los trabajadores del “abajo”. Admirable. Como tantos otros. Sigamos.
Mi objetivo y también satisfacción principal de este viaje era conocer el trabajo de Jesús Belda en el que, según me contaba Alberto, había similitudes con mi actual trabajo de puesta en marcha del Centro de Espiritualidad y Acción Social “Persona y Justicia” de carácter interreligioso e interespiritual, en un pueblo de Granada (Jerez del Marquesado).
Nos vimos en la parroquia que regenta, o mejor, pastorea, Jesús. Solamente el hecho de ver el panorama humano existente en esa parroquia ya sitúa bastante sobre las coordenadas en que se mueve Jesús y su trabajo pastoral. Me refiero a esa planta entera (aun al aire libre, sin cerrar, cuando yo la conocí) casi llena de colchones para emigrantes y de los mismos emigrantes que allí estaban cuando yo la visité. Esa osadía pastoral de que una parroquia esté repleta de emigrantes en algunos o bastantes de sus locales, ya dice mucho de las prioridades pastorales y el espíritu evangélico que anima a esa parroquia. Osadía que, por otra parte, no es sino hacerse eco de la petición expresa que hizo el Papa Francisco, hace pocos años, de abrir locales y viviendas eclesiales para acoger emigrantes. Y que el mismo Papa ha dado ejemplo acogiendo familias en el Vaticano.
No puedo evitar, al narrar esta acogida de emigrantes de la parroquia de Jesús, acordarme de mis dos épocas de trabajo más intensivo con emigrantes en San Salvador (El Salvador) y en Nador (Marruecos) donde, curiosamente, en ambos sitios conocí personas de la Iglesia valenciana, o que vivían en Valencia, que trabajaron también allí en el mismo ámbito del trabajo social. En ambos lugares fui coordinador de la atención a emigrantes de la Iglesia a niveles pastorales y humanitarios. En San Salvador, en los años 80 del pasado siglo, siendo ya obispo Monseñor Rivera y Damas, el trabajo se desarrollaba en los llamados “refugios”. Así se llamaban los lugares, propiedad de la Iglesia, donde se hacinaban desplazados internos que huían de las zonas del país con más tensión bélica, persecuciones y matanzas. Eran sótanos de Iglesias, Casas de Espiritualidad cedidas para esa tarea y hasta el mismo campo de futbol del seminario que era el campamento de refugiados más grande de aquellos momentos. Después se añadió una finca comprada por la Iglesia para hacer otro campamento más.
Allí estuve casi tres años. Y cuatro acompañando a los que vivían en las mismas zonas de guerra. Concretamente estuve en Morazán uno de los dos escenarios principales de la guerra. También estuvo allí una valiente e inteligente religiosa dominica española, Ascen Ruiz, que vivió muchos años en Valencia. Y a esa zona acudió también alguna vez, otro valenciano admirable y muy querido, Joaquín García Roca, al que volveré a citar más adelante. Cuando Joaquín iba a dar clases, como profesor invitado, en la famosa UCA de San Salvador, se preocupó de visitar las zonas más afectadas por la guerra como era la de Morazán. No crean que hacían esas visitas todos los profesores visitantes ni fijos de la UCA… ni mucho menos. Pero si recuerdo la visita de, al menos, otros cuatro profesores invitados, buenos amigos míos (José María Castillo, Juan Antonio Estrada, Idelfonso Camacho, Jon Sobrino). A todos se lo agradeceré siempre. Y también lo agradecerán aquellos campesinos de la “ultra periferia” de un país en guerra.
Creo que la Iglesia puede estar orgullosa de la labor de emergencia humanitaria que desempeñó en aquella guerra sangrienta y fratricida que se cobró 70.000 muertes, torturas, persecución.... y muchísimo dolor y odio. El que ahora, o durante muchos años de postguerra, las “maras” hayan asesinado tanto o más gente de la que murió en la guerra no quita para nada el enorme sufrimiento ni la barbarie de aquella guerra….como toda guerra. En la que la Iglesia supo ser Iglesia samaritana.
Nador, a 12 kms de Malilla, es un lugar donde todavía sigue la situación de muchos emigrantes que habitan en las montañas cercanas (la más conocida es el famoso Gourougou) en situaciones infrahumanas esperando la oportunidad de pasar a España en alguna embarcación en las durísimas y arriesgadas condiciones del viaje que ya conocemos todos. Allí estuve desde el 2012 al 2016, año en el que las autoridades marroquís me impidieron regresar a Nador cuando volvía de Melilla en uno de los habituales viajes de ida y vuelta Nador-Melilla que podía hacer legalmente, sin ninguna tramitación, todo el que tuviera residencia en cualquiera de las dos ciudades citadas.
Nuestro trabajo en el equipo de Nador de la Delegación de Migraciones del Arzobispado de Tánger, coordinada entonces por Monseñor Agrelo, tenía muchas facetas que no viene al caso detallar. Me limitaré a una que nos costó mucho esfuerzo crear y hoy nos llena de alegría evangélica su existencia: la casa de acogida para mujeres emigrantes que acaban de dar a luz y que a los pocos días, las sacaban del hospital y tenían que volver al monte a sus infrahumanos campamentos con sus bebes recién nacidos. También acogíamos a los emigrantes varones en peor estado físico que les impedía vivir en el monte con un mínimo de garantías.
Pues bien, también en Nador estuvo presente la Iglesia de Valencia. Directamente a través del ya citado Alberto Guerrero que durante un año, más o menos, tuvo las mismas tareas que yo había tenido, o alguna de ellas porque ya acudieron más jesuitas a colaborar en aquel trabajo. Pero además de la presencia continuada de Alberto, también recuerdo la visita a Nador de una buena representación de Caritas Valencia y las CVX, también de Valencia. Con María García a la cabeza, gran amiga y gran cristiana, viuda de nuestro entrañable Ignacio Boix, también valenciano, compañero de larga trayectoria de compromiso social y político. Y compañero de estudios y compromisos sociales en su época de estudiante jesuita. Especialmente en nuestra comunidad de “imberbes” pero entusiastas jesuitas en el barrio (de chabolas entonces) de Palomeras.
Sigamos con la visita a Valencia. Otro momento fundamental, y muy reconfortante e iluminador para mí, de mis días en Valencia, fue la visita a la finca, Els Pinar dels Sants. Catedral interreligiosa de la Naturaleza, donde AVSA (Associació Valenciana de Solidaritat per l´Àfrica) tiene acogido a un grupo de 25 emigrantes en el pueblo de Vallada. Un trabajo magnifico a la vez formativo, ecológico, humanitario…. y lo que era para mí especialmente interesante: con una perspectiva interreligiosa que tiene no pocos puntos de coincidencia con mi actual trabajo de poner en marcha una Casa de Espiritualidad y un proyecto social de carácter ambos interreligioso e interespiritual pero centrado en la dimensión social de las Espiritualidades de cualquier signo. Estamos en la tarea de poner ese proyecto en marcha en un pueblecito de la comarca de Guadix en la provincia de Granada. El pueblo se llama Jeres del Marquesado y está situado en un precioso lugar a la falda de Sierra Nevada. Nuestro proyecto se llama: Centro de Espiritualidad y Acción Social “Persona y Justicia”. Para ello hemos creado una Fundación con el mismo nombre.
Pues bien, el trabajo de AVSA en el Pinar dels Sants es de lo más coincidente que he visto con la mística o sinergia de Interespiritualidad y acción social que a nosotros nos anima en Granada. Fue un placer, también espiritual y social a la vez (humano en definitiva), el día que pasamos juntos intercambiando experiencias y proyectos, Jesús y yo, con la presencia activa y fraternal de Alberto. No sé lo que Dios dirá en el futuro (no tan lejano probablemente) sobre nuestra posible colaboración. Varias cosas posibles salieron a colación en nuestra conversación y siguen rondando mi cabeza y seguramente la de Jesús. Ojala tengamos el olfato espiritual y social para captar lo que Dios quiere de nuestros respectivos proyectos y su mutuo “enredamiento”.
Debo acabar. He visto que me he sobrepasado en el número de caracteres pedidos. Lástima no poder tener alguna palabra más sobre mi visita al entrañable y querido Joaquín García Roca en su preciosa casa de Gandía. Y de la acogida magnifica de mis compañeros jesuitas en la comunidad del Colegio de San José o en la de Gandía. Y el interesante trabajo interreligioso del SJM en Valencia. Pero stop. Dios también, y sobre todo Él, es el Actor Principal que sabrá decir a quien quiera decir a través de mis palabras mucho más de lo que ellas dicen.